26. Siempre fuiste tú

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Lo veo, está ahí y sé que es él. Ahora me cuadra todo, ¿cómo no me he dado cuenta antes? Por supuesto que es él, ya se me había pasado por la cabeza, pero siempre lo descartaba enseguida. Lo que no entiendo es por qué me ha enviado el mapa, después de todo lo que ha pasado.

He seguido el camino hasta llegar a la plaza del pueblo. El punto rojo me ha dejado justo enfrente de mi cafetería favorita. He entrado para ver quién me esperaba en ese lugar e inmediatamente lo he visto.

Me acerco al mostrador con paso decidido y mi chico del café alza su mirada. Cuando ve que llevo el mapa en las manos su cara se torna pálida.

–Eres tú –pronuncio.

Él deja el vaso que está limpiando en el mostrador y no se mueve, tampoco pronuncia palabra. Se queda inmóvil moviendo sus ojos rápidamente entre el mapa y yo. Lo dejo en el mostrador y me acerco a Dani, quien me sigue con la mirada hasta que quedo a unos pocos centímetros de él. Seguidamente, le cojo el rostro con ambas manos y le digo:

–Siempre fuiste tú.

Le doy un beso suave y tierno en los labios que me provoca mil mariposas en el estómago y un poco de vértigo. Me separo de él para coger aire, pero él vuelve a juntar nuestros labios. Mis manos descansan en su pecho mientras las suyas me acarician las mejillas con delicadeza.

Cuando nos separamos un centímetro para respirar, los dos sonreímos de oreja a oreja y él me vuelve a besar encima de mi sonrisa. Estamos así unos segundos más, hasta que él se saca el delantal y me coge de la mano para guiarme fuera de la cafetería. Me llevo el mapa y le sigo con la misma sonrisa que tenía antes, la cual aún no se ha esfumado de lo contenta que estoy.

Cruzamos la calle y nos sentamos en un banco de la plaza; donde han quitado todo el festival de invierno porque ya ha pasado la navidad.

–Ahora mismo estoy muy confundida –me río.

–Lo siento, es mi culpa. Te dejé el mapa el sábado por la mañana, quise volver a recuperarlo después de que mi padre me diera la paliza, pero te encontré en la puerta de mi casa y supe que era demasiado tarde.

–¿Por qué? ¿Te arrepentiste?

–No es eso, no sabes cuánto quería que lo supieras de una vez. Pero cuando mi padre me dio esa paliza supe que no podía decírtelo aún, ya que no quería involucrarte en mi familia.

–Pero eso no te tiene que importar, yo quiero estar contigo.

–Lo sé, ahora que lo sabes no te puedo mentir más.

–Así que lo que me dijiste no era verdad.

–Por supuesto que no –responde–, estoy enamorado de ti desde el primer día que te vi.

–La fecha...

Ahora caigo, todo va cobrando sentido.

–Sí, la fecha del mapa es el día que nos conocimos. Cuando entraste a Daisy's y te vi por primera vez. Era mi primer día de trabajo y, desde entonces, no podía esperar a que fuese mi turno de nuevo para verte otra vez.

–Pero, ¿cómo pudiste esperar dos años para decírmelo?

–Tenía la esperanza de que cuando fuera el momento correcto hablaríamos, además tenía que solucionar lo de mi padre primero. El primer día que empezamos a ser amigos, te envié el ramo de flores y ahí empecé a mandarte los regalos. Pensé que sabrías quién era enseguida, pero al parecer te costó un poco.

Se ríe y yo le doy un codazo.

–Estas cosas me cuestan, lo siento.

–No te disculpes, nunca perdí la esperanza.

SIEMPRE FUISTE TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora