27. 85.5

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—¿Qué estás esperando?

Golpeo el hombro de Michael haciéndolo quejar, su insistencia me pone más nerviosa de lo que estoy mientras lucho con mi cordura para terminar de oprimir el botón del teclado y actualizar la página.

Hoy se suben los resultados del promedio de cada estudiante antes de las pruebas finales.

Incluso si las últimas semanas fueron tan intensas que ni siquiera tuvimos tiempo de dormir correctamente y estoy, lo suficientemente segura de que hice lo mejor que pude y de que los chicos estuvieron tras de mí constantemente... ¿Por qué es imposible terminar de confiar en mí misma?

Michael me observa y deja de hablar cuando nota mi preocupación, su mano se arrastra lentamente hasta que su dedo meñique roza mi piel con delicadeza en busca de brindar un poco de apoyo.

—Está bien. —susurra, logrando que lleve mi atención a él—. Cualquiera que sea el resultado, estoy orgulloso de lo que has hecho y voy a seguir apoyándote. Todos lo haremos.

La sala cobra vida propia al escuchar sus palabras, como si un mínimo gesto de confianza depositado en mí es suficiente para hacerme recuperar la fe. Asiento y luego vuelvo a mirar el computador. Mi mano vuelve a posicionarse sobre la tecla y una vez que la presiono, cierro los ojos al instante.

Espero a que tome mi mano o toque mi hombro si el resultado es malo, también espero que diga alguna frase donde elogie sus propias virtudes si mi resultado es favorable.

¿Pero por qué no dice nada?

Abro mis ojos con rapidez y giro mi rostro hacia él, sus ojos abiertos muestran lo sorprendido que ha quedado mirando la pantalla. Mi corazón se acelera y con todo el miedo del mundo giro mi rostro hacia la pantalla y el número que deslumbra en ella.

Parpadeo varias veces con temor a que todo sea un sueño, pero ahí sigue el mismo número en la pantalla.

—Y-yo...

Mi balbuceo se interrumpe por un grito de celebración que nos hace poner de pie y celebrar como si acabamos de ganar algún premio.

Bailamos dando giros en el mismo lugar. Mi felicidad es tanta que sin pensarlo mucho me abalanzo sobre Michael en un abrazo que lo tira al sofá y me deja a mí sentada sobre su regazo mientras sacudo sus hombros con alegría.

—¡¿Viste eso?! ¡85.5! ¡Yo lo hice!

La forma en que solo me admira y se mantiene en silencio hace que vuelva a la realidad y descubra la posición en la que estoy. Michael sonríe y eleva una ceja.

—¿Estás tan feliz?

—Lo siento, ¿Te hice sentir incómodo? —trato de disculparme por invadir su espacio sin autorización—. Creo que me emocioné de más.

Intento bajarme de su regazo pero toma mis manos para impedirlo y me mantiene ahí, admirando algo que no está dispuesto a compartir con nadie más allá de sus propios pensamientos.

—Por fin tengo una excusa.

—¿Para qué...?

Se eleva un poco y toma mi nuca, luego hace descender mi cabeza hasta que puede conectar con mis labios y besarlos con necesidad. Al inicio permanezco estática por la sorpresa, pero luego decido seguir su iniciativa y dejarme llevar por el deseo. Segundos después el beso termina por falta de aire y mantengo mi frente pegada a la suya mientras respiramos con dificultad.

—Fue bueno tener una excusa para poder besarte sin tener que explicar algún tonto motivo por el cual quise cortar la distancia.

Sonrío con alegría y pego mis labios a su oreja para susurrar:

Si fuera a decir que sí [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora