ESPECIAL: 200 razones para NO casarme contigo

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—¡¿Eh?! ¡¿205?!

Siento que mi presión arterial disminuye, Eller se disculpa por mí y aprovecha para acercarme un vaso de agua. Ingiero todo el contenido como si se tratara de un vaso de alcohol y luego vuelvo a mirar a la encargada, deseando haber escuchado mal.

—Bueno… es una boda pequeña. —explica—. Aún así, contando los nombres que me han dado y la cantidad de personas que afirman estar libre para esa fecha, el número de invitados es incluso más reducido que la cantidad de personas que pensaban invitar.

Mi cuerpo cae contra el sofá mientras froto mi mano sobre mi cara, con frustración.

—¿Estás bien? —Eller toma mi mano con preocupación.

Llevo mi vista hacia ella y al mirarla por poco tiempo, me siento algo culpable.

—Es solo que… yo…

Ambas mujeres esperan mi respuesta, ¿Pero cómo tendría el valor de decir lo que pienso aquí, haciendo que mi prometida quede en vergüenza?

—He sabido que ha estado atendiendo un caso difícil estas semanas. —habla la encargada, llamando nuestra atención—. ¿Qué tal si descansan por ahora y nos volvemos a reunir en una semana?

Eller duda un poco, inconforme al no poder llevar a cabo las cosas como las tuvo planteadas. Sin embargo, asiente con una sonrisa y se pone de pie para acompañar a la organizadora de bodas hasta la salida.

Aprovecho el momento para golpear mi cabeza, con culpa.

Desde que Eller y yo nos comprometimos hace unos meses y llegamos a la decisión de casarnos, no creí que el tiempo pasara tan rápido al punto de realizar la boda dentro de un mes.

Han sido exhaustos meses entre planificación y trabajo, aunque Eller decidió tomarse unos meses de licencia para poder organizar el matrimonio, yo me encargué de las cosas más complicadas y luego volví al empleo. Está última decisión, fue mi error.

Eller regresa a mí y me pongo en pie de inmediato, me envuelve entre sus brazos mientras acaricia mi espalda, con tranquilidad.

—¿Hay algo que te perturba?

Debería ser sincero con ella.

—En realidad, yo…

El timbre suena e inmediatamente soy abandonado, Eller abre la puerta emocionada para dar paso al interior a la encargada de las flores, olvidándose por completo de mí.

Me lanzo al mueble dramáticamente mientras realizo una rabieta.

♡♡♡

—¡¿Eh?!

Incluso a través de la fuerte música, aquella palabra exclamada en coro por mis amigos, me lleva a cubrir mis oídos debido al impacto en mis tímpanos. Tomo el trago y lo ingiero de un solo golpe.

—¿De verdad estás diciendo que no quieres casarte porque tu novia invitó a 200 personas? —cuestiona Eric. La frustración en mi rostro le da la respuesta—. Si antes le tenía pena a tu novia, ahora le tengo vergüenza.

—Oye, Michael. Pasa el número de tu terapeuta. —Jay comenta con seriedad.

—¿Para qué?

—Para no ir. —Berthie responde en su lugar.

Saco un hielo del vaso y lo lanzo en su dirección, haciendo reír a los demás.

—Deberías explicarte, decir algo así podría ponerte en serios problemas. —Diego aconseja.

Si fuera a decir que sí [✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora