2. Nuevo comienzo

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La abuela empeoraba y cada vez comía menos, y lo poco que comía lo vomitaba sin poder retenerlo

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La abuela empeoraba y cada vez comía menos, y lo poco que comía lo vomitaba sin poder retenerlo. Lo que había empezado como un leve malestar escaló demasiado rápido a algo que estaba acabando con ella poco a poco.

Jangmi cedió parte de sus ahorros a su abuelo para poder pagar al médico de la ciudad junto a lo que pudieron reunir. Lograron completar el valor con una ayuda de la familia de Sunhee.

En la noche estaba de nuevo sentada en el pasillo, pero esta vez junto a los demás miembros de la familia a excepción del abuelo, quien estaba dentro de la habitación junto al médico. Todos esperaban con angustia alguna novedad, pero ya llevaban un buen rato dentro.

Dalhyun abrazaba a su esposa, Dalson se tronaba los dedos de tanto en tanto, y Dalmi se mordía las uñas con nerviosismo.

Después de un rato que pareció interminable, ambos hombres salieron de la habitación y los que estaban en el pasillo se pusieron de pie como un resorte. Su abuelo permanecía con una expresión triste.

—Abeoji... —dijo Dalmi para romper el silencio.

—Les sugeriría que pasáramos a la sala —respondió el médico.

Hicieron caso y se sentaron a la mesa. Dalmi le hizo una seña a Jangmi para que le pasara la tetera que había dejado al fuego desde que el doctor había llegado para tenerla lista justo para ese momento. La chica la dejó en la mesa con siete tazas y se sentó junto a su madre ante la mirada perpleja del doctor.

—Preferiría... darles la noticia sin la niña presente.

Jangmi los miró a todos esperando que le respondieran al doctor que ella debía estar ahí, pero todos mantenían la vista en la mesa o en el abuelo.

—Pequeña, haz el favor de salir —pidió.

—Harabeonim...

—Jangmi, por favor.

Terminó obedeciendo. Salió al pasillo cerrando la puerta tras de sí y caminado hasta la habitación. Tras cerrar la puerta, intentó usar su metamorfomagia de manera distinta a lo usual, y a la cual no estaba acostumbrada: aumentó el tamaño de sus orejas para poder escuchar mejor lo que decían, pero no empezaron a hablar hasta que ella llegó a su habitación.

Aun con ese cambio físico, no podía escuchar bien. Frustrada por el secretismo, cerró la puerta con más fuerza de lo que su oído pudo soportar.

Intentó pasar el dolor por un momento, regresó sus oídos a su tamaño normal y deslizó la puerta con suavidad para que su familia no escuchara nada.

El patio estaba oscuro, así que aprovechó a agacharse y gatear lo más rápida y silenciosamente que pudo hasta instalarse junto a la puerta, bien escondida por una pared de madera y con la oreja pegada a la puerta.

—...es tan rara que no hay un tratamiento en este país...—escuchó la voz del doctor.

"Mierda."

—¿Qué es lo que tiene?

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora