다섯. Semilla

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Los copos de nieve que se acumulaban podían parecer bonitos, hasta que la señora Xin se quejaba del desastre que dejaban en la pasarela del jardín y cómo el invierno le traía dolor en los pies

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Los copos de nieve que se acumulaban podían parecer bonitos, hasta que la señora Xin se quejaba del desastre que dejaban en la pasarela del jardín y cómo el invierno le traía dolor en los pies.

Pese a que ya había personas que celebraban la navidad en Japón, fue una festividad extraña para Jangmi y Jihyun, quienes habían pasado los primeros años de la ocupación americana en Mahoutokoro y cuyas familias eran budistas, como la mayoría de familias mágicas de Corea. Inari Roji estaba lleno de puestitos que vendían adornos que cambiaban de color, guirlandas que se balanceaban sin viento y muñecos encantados de un señor de barba blanca que vestía de rojo.

Jihyun le contó sorprendido cómo el Ministerio llevaba días con copos de nieve cayendo desde el techo del atrio, que se desvanecían antes de llegar a las cabezas de las personas para no molestar a los menos festivos, mientras Okuninushi estaba decorado con guirnaldas de color verde y rojo de manera más discreta para no molestar a los empleados y pacientes.

Senshi no Izakaya estaba igualmente vestido para las fiestas por el número de visitantes europeos y estadounidenses que visitaron el sitio desde la semana anterior, y, acorde a la celebración, Taguchi les insistió a las cuatro que se aprendieran unos cuantos villancicos en inglés para complacer al público. Pese a que no les ilusionaba mucho la idea, terminaron por convencerse debido a la propuesta de salir más temprano y mil yenes más esa noche.

Regresaron más tarde de lo esperado pese a que Jangmi había terminado más temprano por la repentina idea de hacer unas compras de última hora en Inari Roji, así que tuvieron una leve reprimenda de la casera cuando los dos llegaron justo cuando la mujer estaba por cerrar la puerta.

—Llegan tarde. —riñó Jiseo, quien asomó la cabeza por la puerta de la habitación.

—Ya te pareces a la señora Xin. —se quejó su hermano.

—Y tú a un político —apuntó, señalando el traje de Jihyun.

El chico le revolvió el cabello cuando entró. Jiseo llevaba un par de semanas con ellos. Pese a que ambos debían trabajar a diario, ella era feliz fuera de la escuela, así que se pasaba la mañana ayudando en las tareas del hogar, no solo en sus habitaciones, sino en la casa completa, lo cual satisfacía a la señora Xin, quien había protestado en un principio al saber que traerían a una adolescente.

—¿Qué tal estuvo la noche, Unnie? —preguntó a Jangmi.

—Los villancicos son raros. —rió mientras se quitaba el abrigo y la bufanda.

—Canta uno.

—No lo pienso repetirlo a menos que tengas mil yenes por ahí.

Jihyun había decidido que eso de los regalos de navidad serían una gran idea, así que ambos ahorraron un poco para comprarle a Jiseo un libro sobre las varitas, que teorizaba algunas técnicas de elaboración, y que no fue publicado por ninguno de los fabricantes mencionados en él.

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora