3. Consecuencias

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Jangmi despertó llorando con un grito ahogado

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Jangmi despertó llorando con un grito ahogado. Las pesadillas que tenía desde hacía meses regresaron con más fuerza en el momento en que notó la falta de una habitación en el lado de las chicas. Las viviendas se adaptaban a la cantidad de alumnos que la habitaban, con lo cual la deserción, fallecimiento de un alumno o la salida de una generación para dar paso a otra cambiaba su distribución.

En el silencio de la noche, escuchó varios quejidos de aquellos a quienes había despertado.

—Mierda...

—¿Todo bien, Jangmi? —preguntó Kou, cuya habitación quedaba a su lado.

—Si... lo siento.

—¡Dejen dormir! ¡Desequilibradas! —se quejó Nana desde una habitación más allá.

Kou bufó y Jangmi se volvió a recostar en el futón, pero no logró volver a dormir. Se pasó el resto de la madrugada dando vueltas en busca de unas pocas horas de descanso, hasta conseguir dormir un par de minutos antes de que la primera campanada sonara.

Se levantó frustrada para vestirse e ir a desayunar. Los demás la observaron con cara de preocupación, pero ella continuó como si nada. Ya estaba acostumbrada a ese tipo de noches en casa. Si no interrumpian su trabajo en el campo, no lo harían con su vida en la escuela.

Durante el desayuno nadie paraba de observar a la señora Baker, cuyo aspecto era tremendamente llamativo.

—¿Creen que esté casada? —preguntó Taro con la boca abierta al verla con un vestido más sencillo.

Ryuko empujó la barbilla del chico con poca delicadeza, haciendo que se mordiera la lengua.

—¿No escuchaste cómo la presentó el director?

—Mary Baker...

—¡Señora! ¡Pedazo de idiota! Es mucho mayor que tú.

—¿Desde cuándo a los magos de sangre pura les ha importado eso?

—Tú no eres de sangre pura.

—¿Qué creen que quiera cambiar en la escuela? —preguntó Nana con curiosidad.

—Espero que no mucho. No me gusta la idea de que nos vuelvan una copia de su escuela —dijo Jihyun—. Aunque no me parece mala idea aprender otro idioma...

—Creo que todos los babosos van a intentar aprender inglés solo por ella —dijo Ryuko—. No es tan especial. Kioto ahora está plagado de enfermeras iguales.

La campana retumbó y todos dejaron sus platos. La escalera rebosó de alumnos y profesores intentando subir, y, por fortuna para ellos, salieron del embotellamiento en el primer piso. La mujer extranjera seguía el camino de la multitud anotando cosas en una libreta sin detener su camino al examinar cada detalle con minuciosidad, haciendo gestos de sorpresa o desagrado a ratos, pero jamás de aprobación en lo que pudieron ver.

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora