7. Mil Grullas

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Días después de la planeación, los miembros de los clubs de artes en la escuela se reunieron en el teatro pasa el usual ensayo grupal, esta vez acompañados por Mary Baker, y todo iba relativamente bien hasta la presentación del grupo de baile, que...

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Días después de la planeación, los miembros de los clubs de artes en la escuela se reunieron en el teatro pasa el usual ensayo grupal, esta vez acompañados por Mary Baker, y todo iba relativamente bien hasta la presentación del grupo de baile, que decidió usar el maquillaje y vestuario en la práctica para completar su acto.

—¿Por qué están maquilladas así? —señaló la mujer con incomodidad.

—¿A qué se refiere?

—Como mujeres indecentes.

Pese a que susurró, aquella comparativa se escuchó en toda la sala. Asahi suspiró para llenarse de paciencia y responder debidamente.

—Es un maquillaje tradicional que usan los artistas —observó a las chicas y les dio permiso para que iniciaran su actuación—. Que ustedes quieran corromperlo es otra cosa diferente.

Saya y Jangmi, que estaban sentadas justo detrás, contuvieron la risa con esfuerzo, golpeándose entre sí para que no se les escapara una carcajada fuera de lugar.

La señora Baker hacía comentarios sobre las voces de diferentes alumnos, resaltando que la entonación que tenían no era la debida y que no se creía como podían haber aceptado a ciertas personas en el club.

—¿Qué hay de ella? ¿No va a practicar hoy? —inquirió al ver que Jangmi no había hecho nada ese día.

—Ella es la solista del club de música.

—¿Y?

—Sus ensayos son privados.

Asahi no le dio más explicaciones y agradeció a todos por su trabajo antes de dejarlos ir a cenar.

El trajín de los preparativos inició realmente la semana antes con la construcción de los treinta y siete puestos a lo largo del camino principal y la creación de las decoraciones blancas.

Habían elegido hacer origami de molinos de viento para colgarlos en las ramas desnudas de los árboles, faroles chochín que flotaran sobre el camino y tiras de luz que se enrollaran en los árboles. El día en que colocaron todo estaba nublado, y las decoraciones no hacían nada para mejorar el ambiente desabrido de la escuela con el palacio de nefrita blanca en el fondo, los jardines sin flores, los árboles sin hojas y el cielo gris en el fondo.

—¿De quién fue la idea? —cuestionó Hamasaki al ver a sus alumnos.

—De una persona que no conoce el otoño de Japón —respondió Ryuko con desagrado mientras le colgaba varios molinitos con su varita.

—Espero que ese día no llueva.

—Será mejor que sí —soltó Taro, y todos lo fulminaron con la mirada—. Era una broma.

Los chicos de sexto estaban sentados en el comedor redactando cartas de invitación a las diferentes personalidades que debían asistir, además de los invitados especiales de MACUSA y los vendedores que habían arrendado un puesto para su mercancía.

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora