아홉. Horizonte

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Una noche más, Jangmi bajó de la tarima al acabar una nueva canción

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Una noche más, Jangmi bajó de la tarima al acabar una nueva canción. Tras cambiarse de ropa en el camerino, salió para encontrarse con Jihyun en la barra para descansar de su último día laboral esa semana. El chico ya la esperaba con una copa para ambos y su chaqueta sobre una de las butacas para apartarle el espacio a ella.

Pasaron un buen rato hablando tonterías de sus trabajos mientras las copas les hacían un poco de efecto. Ella había terminado temprano, así que tenían bastante tiempo para evadirse de sus vidas, y se tomaban con calma ese pequeño descanso.

Estaban tan separados de la realidad que no se dieron cuenta de la hora, ni de que un conocido se acercó a ellos con discreción hasta que llamó la atención de Jangmi tocando su hombro levemente.

—Me disculpo por molestarlos. —dijo Edward en japonés, con tono formal.

—Has mejorado.

—Gracias, Jangmi... —con las manos inquietas sobre su vaso de vidrio, observó hacia la puerta, a Jihyun por un instante, y finalmente a ella— ¿Me permites un momento a solas?

—Esto... Está bien.

Pidió a Jihyun que se mantuviera al pendiente. No porque desconfiara del auror. No estaba segura del motivo de esa petición de apoyo a su hermano, pero lo necesitaba.

Ambos salieron por el tapiz de samurái y se pararon ahí. No era tan temprano como para que más gente llegara, ni tan tarde para que los clientes salieran. El guerrero en el tapiz los observó con cautela.

—¿Pasa algo? —preguntó ella

—Llevo tiempo pensando en algo, pero temo que hacerlo me haga perder algo que aprecio.

—¿Necesitas consejos? No sé si te pueda ayudar...

—Más bien... necesito una respuesta de tu parte.

Algo en sus ojos le resultaba conocido, algo efímero que se consumía por el miedo y por un leve arrepentimiento apresurado que se asomaba.

—No sé cómo se hacen las cosas aquí, nadie me lo ha dicho, así que tendré que hacerlo a mi manera.

—No te entiendo.

—Me gustas, Jangmi. Me di cuenta hace poco, pero creo que ya lo sabía.

En la tenue luz de la entrada escondida, su cabello tomó un tono rojo tan intenso que podía verlo reflejado en los ojos del auror. Ese brillo camuflaba el sonrojo que él mismo tenía.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me gustaría que seamos algo más, Jangmi.

Lo único que escuchaba era el latido de su corazón retumbando en sus oídos. Clavó la vista en el suelo, completamente apenada antes de siquiera decir nada.

—No puedo, lo siento.

—¿No puedes o no quieres?

—No puedo porque no quiero tener nada atándome a este país cuando la guerra acabe. Te tengo aprecio, pero no puedo... No puedo decirte que sí y largarme cuando los diálogos terminen. Lo siento en serio.

Arirang | MahoutokoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora