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Las semanas pasaron, pero la profecía de Seungmin aún no se cumplía, el dichoso Christopher seguía dando vueltas por su casa como si fuera suya. Kim no podía creer que a su madre le durará tanto el enamoramiento, sinceramente comenzaba a fastidiarle. El rubio pasaba más tiempo en la casa que la propia Minwoo, no entendía cómo era eso posible.

Pero no era precisamente eso lo que le molestaba, lo que realmente le ardía era que ya no podía moverse libremente por toda la estancia sin tener que ver ni escuchar a nadie. Ahora cada que salía de su habitación podía verlo deambulando por ahí. No sabía lo mucho que amaba la soledad de esa enorme casa hasta ese momento.

Se encontraba sentado sobre la enorme mesada de la elegante cocina cuando sintió alguien llamándolo.

—¡Seungmin!— el rubio lo llamó— Tu madre me pidió que te dijera que hoy tienen una cena importante a la que asistir, dijo que te compres ropa para la ocasión— informó Christopher entregándole una elegante carta de un color rojo intenso.

Seungmin miraba con atención al contrario, aún sentado sobre la mesada de la gran cocina. Se apoyó sobre sus manos quedando levemente reclinado hacia atrás, mirando al mayor con suficiencia.

—¿Acaso no tienes casa?

—¿Disculpa?— cuestionó el contrario bastante sorprendido.

—Me escuchaste bien.

—Tu madre nunca me advirtió de un niño mal educado— respondió el mayor cruzándose de brazos.

—Eso es porque me crió ella.

Claramente mentía, su madre era la última persona que lo había criado si tenía que hacer una lista. Siempre estuvo solo o con alguna niñera luego de que su padre se marchara, ella jamás se había hecho cargo de él.

Cristopher simplemente suspiró, dejando la bella tarjeta de invitación sobre la mesada, para luego dejar sólo al menor. No iba a ponerse a discutir con el niño, no tenía caso, desde el primer momento había notado que no sería sencillo llevar una buena relación con él, por eso procuraba llevar la situación lo más tranquila posible.

Seungmin se encaminó nuevamente a su habitación, esperando no tener que volver a ver al rubio en lo que restaba del día. Abrió la llamativa carta de invitación para ver quien era el anfitrión de la importante cena. Se trataba nada más ni nada menos que de la perfecta familia Hwang, no le sorprendía.

Revisó el código de vestimenta, aunque lo había adivinado desde que vió la carta. El código era de etiqueta, pero en colores rojos. Los Hwang amaban jugar con los colores y los códigos de vestimenta, siempre hacían algo distinto.

Revisó en su vestidor entero buscando alguna prenda que cumpliera con aquel código, pero no fue capaz de encontrar nada, realmente debía salir a comprar. Odiaba salir y más si era para comprar, pero no le quedaba otra opción.

Salió de su habitación en busca de la única persona de la que no le molestaba su presencia, es más, a veces admitía que le hacía bien pasar tiempo con ella.

—Señora Min ¿Está aquí?— interrogó Seungmin acercandose a las habitaciones de las criadas.

—Seungmin cariño, aquí estoy— respondió la mujer desde el lavadero, al final de aquel pasillo lleno de habitaciones en el sótano de la mansión— ¿Necesitas algo?

—¿Me puedes acompañar a comprar algo para esta noche? Necesito ojos sabios que me ayuden.

—Pero claro, ya mismo me cambio y te acompaño, tardaré unos pocos minutos— aseguró la mujer.

La señora Min era la criada más antigua en el lugar, incluso había llegado antes que él. Ella era lo más cercano a una madre que había llegado a tener. Recordaba las tardes en las que la señora se quedaba a su cargo, ella intentaba limpiar, cuidarlo y jugar con él al mismo tiempo. Lo había visto crecer, había estado en cada cumpleaños, en cada evento, siempre era el primer rostro conocido que veía.

Cuando murió su padre, la señora Min fue a la primera a la que recurrió, más porqué su madre no estaba en casa casi nunca. Los brazos de esa mujer habían recibido sus dolorosas lágrimas más veces de las que podía recordar, lo había consolado, había intentado animarlo, lo había acompañado en cada momento difícil. Sus palabras siempre habían hecho eco en el corazón de Kim.

Podría decirse que la señora Min era la única que tenía acceso al cerrado corazón de Seungmin, la única que realmente lo conocía con profundidad, la que realmente tenía el derecho de llamarse madre.

—Estoy lista, minnie— anunció la canosa llegando a su lado.

Enseguida subieron al hermoso Audi, el favorito de Seungmin, y se dirigieron al centro de la ciudad, donde se ubicaba una de sus tiendas preferidas. Balenciaga.

En cuanto llegaron lo reconocieron inmediatamente, puesto a que era cliente habitual de la marca y de esa tienda. En seguida pidió con amabilidad a una de las trabajadoras lo que necesitaba, para que tipo de evento y en qué color.

—Señorita ¿Podría mostrarme sus trajes más lujosos en rojo, por favor? Debe ser de etiqueta.

—Ya mismo, joven Kim, enseguida vuelvo— la bella mujer se alejó luego de una cortés reverencia.

Mientras se dirigieron hacía la zona de la tienda reservada para la propia familia Kim, ahí podían dejar sus pertenencias con toda tranquilidad y gozar de una agradable privacidad, cosa que Seungmin amaba.

Se dedicaron a admirar las nuevas piezas de joyería ubicadas en un costado de la enorme habitación, embelesándose con la belleza que cada accesorio poseía. Se trataban de anillos, pulseras, collares y aros de oro y plata, con llamativas y caras piedras preciosas incrustadas en ellas.

Seungmin pudo ver el brillo aflorar en los ojos de la mujer a su lado cuando vió el precioso colgante de oro con una pequeña pieza de zafiro. Era un accesorio delicado, un pequeño detalle para resaltar algún look, pero era precioso.

—¿Te gusta Suni?— cuestionó el menor con una sonrisa.

—Es precioso min, tan delicado y elegante— respondió la mujer sin quitar la vista del hermoso collar.

La muchacha que los atendía volvió, interrumpiendo el pequeño momento entre ambos. Llevaba consigo una gran cantidad de trajes y accesorios que podrían resaltar el look, como si Seungmin fuera a probarse cada uno de aquellos trajes.

Eligió los trajes que más llamaban su atención, junto a alguna camisa que hiciera juego con ellos. Estuvo alrededor de media hora entrando y saliendo de aquel vestidor, Suni amaba cada traje con el que salía el menor, pero sentía que debía resaltar. Seungmin era un niño muy hermoso, tenía que usar eso a su favor.

Finalmente salió de aquel vestidor portando un elegante smoking color rojo vino, el cual hacía resaltar su blanquecina piel. La chaqueta de dicho traje era tal y como la de un príncipe, una cola larga que llegaba casi hasta las rodillas del castaño, y detalles en dorado que lo hacían resaltar aún más. Además, debajo de la chaqueta, llevaba una preciosa camisa negra de seda, con transparencias colocadas justo en la parte de las clavículas, que iban hacía la espalda.

—¡Es perfecto, minnie!— exclamó Suni con entusiasmo.

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Buenas noches, tardes o días, bienvenidxs nuevamente mi gente<33

Espero que les haya gustado mucho el capítulo, tanto como a mi escribirlo, no olviden dejar su preciosa estrellita si así fue, lxs tkm 💖💖

pd: ¿Que les parece este Seungmin? ¿Cómo lo ven?

𓏲ָ 𝑺𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒎𝒐𝒎𝒎𝒚✨//ᶜʰᵃⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora