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Sabía que hacer lo que hacía no estaba bien, sabía que de esa forma solo lastimaba a la única persona en el mundo que lo acompañaba, pero no era capaz de abandonar ese sentimiento de libertad que sentía cuando estaba drogado. No podía dejar atrás lo bien que se sentía su cuerpo, tan liviano, ligero, vacío, insignificante. 

Lo malo de las drogas era cuando te llevaban a un mal viaje, una pesadilla que parecía volverse real, tus peores monstruos levantándose ante tus ojos. Estaba claro que eran alucinaciones provocadas por las pastillas, pero en el momento es evidente que no te das cuenta de eso. Se sienten tan reales que el terror se pinta fácilmente en tus ojos, y es ahí donde empiezan los problemas de agresividad. 

Para su fortuna, Felix solo había tenido siete viajes malos desde que comenzó a consumir, es decir, a lo largo de 6 meses. Siempre consumía encerrado en su habitación, por lo que se descargaba con las cosas del lugar cuando la agresividad aparecía. O incluso en su propio cuerpo. Ese detalle nunca lo había tenido en cuenta, como muchísimas otras cosas, pero ya era adicto, no había mucho que pudiera hacer. 

A pesar de que siempre solía consumir en la seguridad y privacidad de su habitación, amaba escaparse durante la noche hacía el pequeño riachuelo que corría cerca de su casa. Era un lugar sumamente tranquilo y bien cuidado, no parecía que se encontraba en una de las zonas más complicadas de Seúl. Solía ir a bañarse ahí con Christopher los días de verano cuando era niño, eran unas pequeñas vacaciones, disfrutaban y jugaban como si se tratara de la mejor playa. Ahora iba para drogarse mientras miraba las estrellas. Los giros de la vida. 

Lo que más le gustaba era sentir como el cielo estrellado lo consumía, llegaba un momento en el que se sentía flotar en el espacio, rodeado de una inmensa capa de oscuridad eterna con pequeños puntos blancos. Una sencillez que le fascinaba. Le gustaba pensar que podría tener una vida tan sencilla como el cielo estrellado, tan tranquila y pacífica que le permitiera respirar y llenar sus pulmones de aire puro. Soñaba en grande. 

—¿No es peligroso estar aquí?

Una voz se escuchó unos tantos pasos más atrás de donde él se encontraba, le tomó unos breves segundos descifrar de quién se trataba. Suspiro profundamente mientras rodaba los ojos. Temía que aquel idiota le provocará un mal viaje, a pesar de que los efectos de la droga estuvieran desapareciendo no estaba seguro de poder controlarse. 

—Estoy drogado Changbin, no me provoques un mal viaje.

Changbin se mantuvo en su lugar, sin dar un paso o siquiera responder, observando como el menor recostado sobre el césped miraba el estrellado cielo, como si se tratara de lo más interesante del mundo. Felix sabía que era peligroso tener un mal viaje, Changbin lo sabía mucho más. Pero los malos viajes no siempre terminan en agresividad. 

—No voy a provocarte ningún mal viaje, no te preocupes— respondió finalmente el pelinegro. 

Seo tomó asiento a su lado, por lo que decidió incorporarse, sentía que no era muy respetuoso quedarse acostado cuando el mayor estaba sentado. A pesar de que le resultara algo tediosa su presencia en ese momento, pero si había algo que Christopher le había enseñado era a respetar a sus mayores. Era tan estúpido que en esas cosas siguiera sus enseñanzas si iba a seguir consumiendo cada semana. 

El silencio se extendió por algunos minutos, pero la incomodidad nunca hizo acto de presencia. Ambos se encontraban pensando hacia sus adentros mientras observaban con detalle el bello lugar. Felix sabía que los efectos de la droga ya no eran muchos, hacía varias horas que había consumido, por eso mismo se había permitido salir y quedarse ahí con Changbin. En otras circunstancias no lo habría hecho. 

—Es raro encontrar un lugar tan lindo por aquí...— susurró el mayor sin mirarlo, aún contemplando el riachuelo. 

—Me gustaría decir que es un lugar secreto, pero no lo es.

𓏲ָ 𝑺𝒖𝒈𝒂𝒓 𝒎𝒐𝒎𝒎𝒚✨//ᶜʰᵃⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora