Le dediqué una mirada fulminante a mi techo. Una pequeñisima araña negra se encontraba adueñandose de la esquina frontal izquierda, y yo, que debería encontrarme histerica o aterrada, estaba furiosa y renegando. Eran las dos de la madrugada y el sueño no llegaba. No tenía idea que pasaba con el, pero lo que era seguro es que estaba decidido a abandonarme permanentemente. Tal vez se trataba de un complot de los otros Dioses junto a Morfeo para que se me secaran las neuronas.
Si, eso era muy posible.
Di un nuevo giro en la cama y mire con hastío y desgana el rostro del peluche que había contemplado hacía diez minutos antes de darme una nueva vuelta. Era muy sencillo seguir gruñendo y pidiendo paciencia a los cielos, pero ya llevaba varias horas engañandome como para seguir haciendolo. Mi repentino insomnio no era cuestión de paciencia, era que había visto un desagradable espectáculo en primera fila. Cómo pasaba de vez en cuando, había visto a Matias fijar su vista en su nuevo objetivo. Ya se habían escuchado rumores sobre una nueva alumna trasladada de un internado de familias adineradas, y hoy, ese rumor se había hecho realidad.
Gabriela era la nueva, el boom hasta que se acabara la semana, la chica de moda. Ella era prospecto de mujer en la que el se fijaba. Cabello castaño largo y ondeado, piel blanca, ojos marrones, labios gruesos, senos grandes, cintura delgada... en fin, el tipo de mujer que alborota la testosterona de los hombres. Sobretodo si se trata de adolescentes. A medida que avanzaba el día, comprobé que no solo él la habían fichado como nueva conquista sino que ya elaboraban planes de cómo se la llevarían a la cama para un polvo rápido.
––¡Como está de buena la nueva! ¿Le has visto el culo?
––¡Ni que lo digas! ––respondió Marcos, el ultimo integrante de nuestro pequeño grupo––. Se me puso dura nada más verla caminar.
Bufé.
Perverdtidos.
Malditos cochinos.
––¿Podrían dejar de parecer perros en celo por un momento? ––gruñí––. Estoy comiendo y no me interesa saber lo que se les pone duro o les queda flácido.
Matías me miró con la diversión bailando en sus orbes.
––Pues tú deberías pensar un poco más en eso, porque bastante falta que te hace tener algún novio. Es más, seré tu Cupído ––soltó sonriente––. Empecemos con lo fundamental, ¿te gusta alguien?
Su vista me traspazó y dejé de mirarlo, repentinamente molesta y dolída con el por su falta de tacto, de cerebro..., por su falta de todo. Apreté las palmas en puños, conteniendome antes de que se me saliera decirle el muy oculto:
Si, me gustas tú.
Pero no me atrevía. No ocurría como en las novelas que la muchacha decía que no tenía valor y luego lo soltaba todo fresca como una lechuga.
––No, no hay nadie. Todos son feos.
Sentí un par de miradas fijas sobre mi diciendo: “¡Cobarde, cobarde cobarde! ¡Confiésalo! Vamos, díle que te gusta”
¿Sería mi propia conciencia?
Matías se rascó la barbilla pensativo.
––Hay unos tipos que les gustas, creo que están en el aula B o C ––insistió––. No es que no sean unos partidazos, pero por lo menos no están chuecos, ni ciegos ni nada así.
Enarqué una ceja. Me reí con amargura al ver su intento por meterme a alguien entre las piernas. El tipico refran de "Dificilmente vemos lo que tenemos frente a nuestros ojos" se ajustaba perfectamente en este momento.
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Aprendiendo a Seducir (Editando)
Teen FictionHace dos años que lo conocí y caí inevitablemente en sus redes. Y, como es natural en estos casos, fui a dar a la Friend Zone. Si, amigos, Friendzone. Aquel lugar reservado para almas en pena y condenados a muerte lenta. Nunca pensé que descubrir e...