𝗖𝗦» Rosé ya no tiene 18, no ama los viernes, pero sí la pizza y los cómics. Algunas cosas no cambian.
Jisoo por su parte... sigue siendo una destacada maestra, todo lo destacada que puedes ser trabajando en una escuela secundaria de Los Ángeles...
Ha pasado una semana y Jisoo viene sin falta todas las tardes. Ayer me enseñó los papeles de divorcio para Suzy, es insistente, quiere que crea en ella.
Más que insistente, persistente. No me agobia, al contrario, es dulce recibir tantos mimos, y sabe cuando detenerse.
Le he dicho 'Kim, estás siendo muy melosa. Aléjate o te apuñalo' y lo entiende. Tal vez porque sabe que quizá sería capaz de apuñalarla.
Hoy es lunes y se supone que pretendía regresar. Estoy manejando a la escuela, sin embargo estoy ansiosa, no quiero tener un ataque de pánico, pero... okay, soy psicóloga, puedo con ésto.
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Okay, me arrepentí y me regresé al departamento por dos razones. Me dio un ataque de pánico en cuanto sonó la campana y tuve suerte de que Jisoo estuviese allí, estuve llorando media hora con ella en el sofá y ahora me ha dicho que me de un baño, sin embargo... no puedo.
Estoy sentada en la cama y ni siquiera puedo mover la vista de la pared.
—¿Aún no te has duchado? —niego lentamente. Kim camina hasta sentarse a mi lado—. ¿Te sientes muy mal?
Asiento lentamente. —Sí no hubiese sido por ti probablemente me hubiese desmayado —suspiro avergonzada—. No puedo depender del resto todo el tiempo, incluso para olvidarte tuve que aferrarme a Sohee y no quiero aferrarme a alguien para tener que superar a Sohee, mucho menos a ti.
Las lágrimas caen por mis mejillas. Kim acaricia mi cabello.
—Rosé, yo... no quiero que me uses para olvidarla, quiero estar a tu lado en tu proceso, eso no significa que haré todo por ti, claramente todo será única y exclusivamente tu esfuerzo.
—No lo veo así. Estuviste a mi lado toda la semana y yo me sentí mejor por ti, no por mi. Esperaba hasta la hora de la salida por ti. El resto del día ni siquiera me alimentaba, miraba las horas pasar y ya —suspiré—. No sé por que la extraño tanto. No recordaba que doliera tanto y me jode.
—Lo entiendo —acaricia mi espalda—, mira, prometo que dejaré que vivas tu proceso y sanes lo que debas completamente sola, pero déjame ayudarte a poner los primeros ladrillos de esa muralla. Todos necesitamos un pequeño empujón. ¿No? —la observo y ella sonríe.
Que bonito habla y que lindos labios tiene la hija de puta.
—Bien —susurré y ella secó mis lágrimas con sus pulgares.
—Te ayudaré a lavar tu cabello, vamos al baño —sonrió y yo la seguí.
Al llegar comencé a abrir mi camisa negra y ella se giró rápidamente.
—Jisoo. Ya nos hemos visto en cuatro y pidiendo más. ¿Realmente necesitas voltearte?
—Joder, Rosé. Tacto, eso te pido —murmuró aclarando su garganta.