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—Eso es todo. Hacer los ejercicios de la página ciento catorce —mandó la profesora, guardando sus cosas—. Acordaros de copiar los enunciados.

La última clase había sido de física y química, lo que terminó de agotar mis fuerzas.

—Estoy cansada de escribir —se quejó Allen, agarrando las empuñaduras de mi silla de ruedas—. Te acompaño a casa, ¿vale?

Asentí sonriente. Antes de salir, Allison y sus amigas se pusieron en medio. Allen chasqueó la lengua.

—Quítate, estorbas —ordenó, seria.

Su tono de voz era aterrador. La pelirroja no pareció inmutarse.

—Burst me va a acompañar a casa —anunció—. Así que la que estorba eres tú, robot.

—Si vuelves a llamarme así, te arranco las extensiones, tomate con piernas —amenazó.

—Voy a ir con Allen —dije.

La sonrisa de orgullo de la castaña y la cara de Allison no tenían precio.

—Si llegas tarde, mamá se va a enfadar contigo —advirtió—. No voy a cubrirte.

¿Mamá? Allen y Allison son... ¡¿hermanas?! No son nada parecidas.

—Nunca he necesitado que me cubras, es más, te agradecería que no volvieras a dirigirme la palabra o a hablar de mí. Ahora, apártate.

La de ojos verdes se sintió intimidada al fin por la macabra expresión de su hermana y se fue, maldiciendo. Volví mi vista al frente, pensando en por qué se llevarían tan mal.

—¿Vives muy lejos?

—En realidad, se supone que mi madre vendría a recogerme —recordé—. Puedo llamarla y decirle que no venga.

—Eso no responde a mi pregunta.

Se notaba lo irritada que estaba, pero intentaba sonar agradable.

—A unos quince minutos, cerca de la estación de autobuses —respondí.

—Entonces vivimos casi al lado.

Abandonamos aquella prisión tras recorrer los infinitos pasillos. Mamá esperaba con el coche en la puerta.

—Cielo, ¿qué tal tu primer día? —salió del vehículo, sonriente—. Oh, hola.

—Hola, soy Allen, encantada —extendió su mano en un gesto formal.

—Igualmente —mamá, sorprendida, aceptó el apretón—. ¿Es amiga tuya, cielo?

—Sí. Se me olvidó avisarte de que íbamos a volver juntos.

En realidad, no sabía que íbamos a hacerlo.

—Ya que estoy aquí, vamos a llevarte a casa, Allen —invitó, amable.

—¿De verdad? Muchas gracias —esbozó una sonrisa angelical.

Allen me levantó de la silla y me dejó en el asiento. Se sentó a mi lado y me puso el cinturón. No me gusta ser tan dependiente, pero no iba a quejarme de que me ayudara ella.

—Estoy tan contenta de que mi pequeño haya hecho una amiga tan encantadora. Pensé que no conseguiría adaptarse a un lugar nuevo y a compañeros nuevos.

—Mamá —regañé.

—Su hijo es un angelito, es imposible resistirse a sus encantos —dijo Allen, mirándome de reojo.

—Me quita un peso de encima saber que tiene a alguien ahí dentro. Te lo agradezco mucho, Allen.

El resto del camino fue en silencio. Allen me dio su archivador y agenda.

—Lo tengo todo de principio a fin, no preguntes cómo. En la agenda están los horarios y exámenes ya programados. Dame tu número, así si necesitas ayuda con algo, me llamas.

Le dicté mi número de teléfono y ella me dijo el suyo y nos despedimos en la estación, ya que nos pidió que la dejáramos allí para no tener que entrar a la carretera 300-A, en la que siempre hay tráfico.

—¿Estás segura, preciosa? No me importa acercarte hasta la puerta de tu casa, incluso si hay tráfico a la vuelta —insistió mamá.

—No se preocupe, tengo un atajo. Gracias por traerme —salió, agarrando su mochila—. Espero verla de nuevo, ha sido un placer conocerla. Hasta mañana, Burst.

Desde luego, el cambio de su comportamiento hablando con Allison a con mi madre era abismal. Me sorprendió ver lo educada que era y a mi madre le encantó. Llegamos a casa y nos sentamos a la mesa con papá y la abuela. La comida ya estaba en la mesa y los vasos llenos, como de costumbre, la abuela se ocupaba de todo aunque le dijeras que debía descansar.

—Es una dulzura, ¿verdad que sí, cielo? —habló en medio de la comida.

—¿De quién hablas, cariño? —se unió a la conversación.

—De la nueva amiga de Burst —confesó, entusiasmada—. Es encantadora, educada y guapa. ¡Lo tiene todo!

—Si tu madre lo dice, debe de ser genial.

—¿Es tu amiga a pesar de que vas sentado en ese cacharro?

—¡Mamá, no seas así con tu nieto!

De vuelta a lo de siempre.

D̶i̶s̶capacitadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora