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Me desperté a las siete, como cada día. Los lunes nunca me han gustado, mi día favorito de la semana es el miércoles. Mamá me cogió en brazos y me llevó a la ducha, ya que no podía hacerlo solo. Me quedé sentado bajo el agua caliente más de lo que debería, solo porque me gustaba la sensación. Con ayuda, me sequé y puse mi uniforme limpio y planchado, impoluto. La mochila ya estaba preparada desde la tarde del viernes pasado, así que desayuné, me lavé los dientes y mamá me subió al coche. Durante el camino estuvimos los dos en silencio. Era un silencio cómodo porque ya no estábamos peleados.

—Ten un buen día, cielo —se despidió tras dejarme en mi silla de ruedas.

—Igualmente, mamá.

—Y dale saludos a Allen de mi parte —me guiñó un ojo.

La nombrada me esperaba en la puerta del instituto, a unos metros de nosotros. Sonreí y asentí. Miré el coche negro alejarse y me acerqué a la castaña, que sonreía, sujetando el asa de su mochila. Siempre llevaba solo una, en el hombro derecho. Su uniforme estaba tan perfecto como el mío, exceptuando que no usaba el jersey escolar, sino sudadera. El guante esta vez era azul marino. ¿Cuántos guantes tendría y de qué colores?

—Buenos días —saludó, divertida—. ¿Dormiste bien? Me dejaste en visto, así que supongo que sí.

—Lo siento, no sabía qué responder —confesé apenado.

—No importa —se puso detrás mía, agarrando las empuñaduras—. ¿Nos vamos a clase, caballero?

—Después de usted, señorita —le seguí el juego—. O antes de usted, más bien.

Llegamos a nuestra aula, que estaba prácticamente vacía. Pude reconocer a los chicos que estaban sentados al fondo. Eran los que se rieron de Allen y de mí en educación física la otra vez. Fui directo a mi puesto, pero me giré al ver que Allen no se sentaba a mi lado. Estaba de pie frente a nuestros compañeros, entre ellos estaba Martin, a quien ya había linchado anteriormente.

—¿Se puede saber qué os pasa, idiotas? —señaló a la pizarra, a la cual ni siquiera me había dignado a mirar.

«Este no es tu sitio, Transformer». Entendí que se referían a la fusión entre hombre y coche por lo de mi silla. No me molestó, de pequeño quería ser piloto de carreras.

—Allen, no me importa —aclaré.

—Puede que a ti no, pero a mí sí —se cruzó de brazos—. ¿Qué, Martin, no te acuerdas de lo que pasó la última vez?

—Yo no he sido, te lo juro —se defendió, alzando los brazos en señal de inocencia. Sonaba a que no mentía.

—Así que es cierto que estás enamorada del inválido —se burló el más alto, poniéndose de pie para encarar a la de ojos marrones.

—Mi puño lo está de tu cara, ¿qué tal si se dan un beso? —se tronó los dedos de la izquierda, con el ceño fruncido.

—No sabía que te gustaban los inútiles, ¿debería romperme una pierna para que me invites a salir? —se unió el tercero.

Ellos eran del tipo dos, del odio.

—No lo haría aunque fueras el último hombre en la Tierra y la supervivencia de la humanidad estuviera en nuestras manos.

—Siempre te haces la dura, ¿luego irás a que te dé mimitos tu novio? —puso tono agudo, burlándose.

Ojalá pudiera levantarme y darle un puñetazo a cada uno. No puedo intervenir por mucho que quiera. O sí.

—Al menos ella tiene afecto por parte del género opuesto —dije.

—¿Qué has dicho? —pareció molestarles.

—Lo que has oído.

—Quédate fuera de esto, por favor —pidió—. Si te hacen algo, tendré que matarlos.

—Uy, qué miedito —fingieron.

Uno de ellos, el más corpulento, se me acercó y se agachó a mi altura, retador.

—Ahora no tienes tantas agallas, ¿verdad? —agarró un mechón de mi pelo y tiró de él hacia arriba, obligándome a mirar el techo.

Varios de mis compañeros ya estaban allí, obstruyendo el paso de Margarita, que intentaba enterarse de lo que ocurría. Allen dio un paso adelante, dispuesta a partirle cada hueso del cuerpo. Eché el brazo hacia tras y le di un puñetazo con todas mis fuerzas. Me sorprendió ver como un diente junto a un charquito de sangre decoraban el suelo. ¿Tan fuerte le había golpeado? Antes de poder darme cuenta, Allen estaba sentada sobre el chico al que acababa de golpear, puesto que lo tiró al suelo de una patada. Le daba golpe tras golpe sin contenerse.

—Esto es para que aprendas a no tocar lo que es mío —se levantó y le dio un patada en los testículos, hundiendo sus botas en ellos. Eso debe de doler. Se acercó a mí y me miró detalladamente, presa de una preocupación que no llegué a entender—. ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?

—¡Allen Hesley, al despacho de la directora ahora mismo! —gritó la profesora.

Haciendo caso omiso, agarró por el cuello de la camisa al otro y estampó su cabeza contra su propia rodilla desnuda, puesto que llevaba falda. A Martin lo ignoró. Supuse que confiaba en su palabra. Solo eran ellos tres, dos habían salido mal parados y el tercero era inocente. Margarita se llevó a rastras a Allen y yo las seguí, no iba a dejarla sola. Además, yo también merecía un castigo, había golpeado al chico primero.

—¿¡Cómo te atreves a hacerle eso a tus compañeros!? ¡Eres una salvaje!

—Yo empecé —confesé—. Es mi culpa, Allen solo trató de...-

—Lo siento, Marga —me interrumpió—. Pero no me arrepiento de nada. Se lo merecen, incluso diría que todavía no les he podido dar su merecido.

—Tendremos que expulsarte —suspiró—. Mira, Allen, entiendo que tengas problemas controlando la ira y te den ataques violentos, pero no es razón para que hagas de tu aula un campo de batalla. Deberías tratarte.

—Soporto burlas todos los días desde que entré aquí —comenzó, caminando cada vez más lento—. Las únicas peleas que he iniciado o seguido eran por burlas a mi hermana. No puedo soportar que ahora vengan y se metan con Burst.

—¿Se meten contigo? —me miró, preocupada.

—Sí, bueno... —murmuré—. También se meten con Allen y os da igual, pero si es conmigo es preocupante. ¿Por qué sois así?

—No es que nos dé igual... —trató de explicarse.

—No importa —intervino—. Voy a partirle la cara a cualquiera que se meta con Burst, incluso si debo esperarles a la salida.

—Hablaremos de esto con Susan, Allen Hesley.

—Solo me llama por mi segundo nombre cuando está enfadada conmigo —me explicó en un susurro.

D̶i̶s̶capacitadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora