—Buenos días, queridos alumnos y Allen —saludó Margarita, más sonriente que de costumbre—. Tengo que anunciar a una nueva compañera que se une a nosotros a partir de hoy. Sé que es un poco tarde y que ya casi estamos en febrero, pero quiero que la tratéis genial los meses que quedan.
Una chica rubia de pelo larguísimo entró, sonriendo como un ángel. Sus ojos azules parecían dos bombillas y su uniforme en vez de ser verde y blanco era rosado, como si lo hubieran hecho exclusivamente para que ella destacara entre el resto. Allen no pareció muy contenta con su llegada y desde el principio la fulminaba con la mirada.
—¿Os conocéis? —susurré.
—Por desgracia —respondió en el mismo tono.
Hacía dos días de lo ocurrido durante la comida y habíamos decidido que el tema quedaría olvidado. A ninguno de los dos nos cayó en gracia su acción y mi madre había dejado de hablarle en casa.
—Soy Tasha, de BadMemories —se presentó. Reconocí el nombre de la ciudad. Estaba como el triple de lejos que LostLive—. Me he mudado con mi familia y no conozco a nadie, por eso quiero hacer muchos amigos y llevarme bien con todos vosotros.
—Todos démosle la bienvenida a Tasha —mandó Margarita.
Obedecieron todos nuestros compañeros excepto Allen, que estaba ocupada poniéndole mala cara a la nueva y yo, que estaba entretenido mirando como un bobo a Allen, que se veía adorable frunciendo el ceño.
—Puedes sentarte donde quieras —le dio aquella libertad que a mí me tuvo que conseguir Susan.
Habían poco menos de tres asientos libres, sin contar los vacíos que le pertenecían a los expulsados.
—Quiero sentarme con él —me señaló sin disimular.
—Lo siento, Tasha, el asiento está ocupado —se disculpó la profesora.
—No me importa —se cruzó de brazos—. Quita a esa entrometida y listo.
Intenté sujetar el brazo de Allen para que no se levantara a decirle algo, pero no fui lo suficientemente rápido.
—¿Cómo me has llamado, cabeza de mostaza? —dio un golpe en la mesa con ambas manos, poniéndose en pie.
—Oh, si es la pequeña Hesley —se burló—. He dicho que te quites, entrometida. Me quiero sentar con ese chico.
Hizo énfasis en aquel apodo que tanto le había molestado.
—¿Sí? Pues «ese chico» es mi chico, así que olvídate, porque yo me siento con él.
—¿Quieres apostar algo a que te cambia por mí en menos de una semana? —apoyó sus manos en su cadera, retadora.
—Oye, angelito, ten cuidado con lo que dices de mi cuñado y mi hermana —advirtió Allison—. Si te vuelves a dirigir a mi hermanita de esa forma, voy a arruinarte la vida.
Era la primera vez que Allison demostraba su cariño hacia Allen con gente delante. De igual forma, las mejillas me ardieron. Margarita pidió silencio y empezó a dar su clase como si nada hubiera pasado, no sin antes regañar a Allen llamándola por su segundo nombre. Las horas pasaron volando entre miradas asesinas proporcionadas por ambas conocidas. Su pasado juntas me resultaba misterioso y curioso al mismo tiempo. ¿Qué habría pasado con ellas? ¿Y con Allison y ella? ¿Y con su madre? Allen a veces me resultaba una completa desconocida. Esas preguntas me torturaron incluso ya dentro de nuestro escondite, sentado sobre los cojines, a un lado de la castaña.
—Estás muy callado —entrecerró los ojos, mirándome por la pequeña rendija que acababa de crear con sus párpados.
—Estoy pensando —respondí sin girarme a verla.
—¿Pensando en qué, si se puede saber? —insistió, dándole un bocado a una de sus galletas de chocolate.
—Nos conocemos de poco más de un mes y ya estamos haciendo las cosas como si fuéramos pareja. Sé que ha ido demasiado rápido todo...-
—No quieres seguir conmigo —interrumpió, soltando un suspiro.
—¡No! No me refiero a eso —aclaré rápidamente.
—¿Entonces a qué te refieres? —su mirada me suplicaba que fuera claro, que me explicara y le dijera que la quería, que esto no se había acabado y no iba a acabarse nunca.
—Hay muchas cosas de ti que desconozco y me hace sentir como un extraño en tu vida —confesé—. Puede que tú te sientas igual... No quiero dejar lo que sea que tenemos, te quiero mucho, Allen.
—Pídeme que te cuente lo que quieras saber —agarró mis manos—. Te contaré todo lo que desees si es lo que quieres.
—¿Puedes hablarme sobre tus recuerdos con Tasha? Me refiero a cómo os conocisteis y por qué os lleváis así —pedí, sintiendo que tal vez me estaba aprovechando al pedir tal información.
—El padre de Tasha y mi padre eran amigos, ambos hicieron el servicio militar juntos cuando eran jóvenes y los dos se largaron cuando encontraron otra mujer joven y guapa. Nosotras ya éramos amigas entre comillas y eso nos unió mucho. Allison y Tasha siempre se odiaron, no es una novedad que no la pueda ni ver. Después conocimos a Julia, una chica extranjera que acababa de llegar a la ciudad y a su hermano Julius. Julius y yo empezamos a salir a los dieciséis y Tasha se empeñó en que iba a ser para ella. Bueno, puedes imaginarte el final —relató.
Al escuchar ese nombre, sentí como un enjambre de avispas dentro. Había tenido novio, uno extranjero, seguramente atractivo, seguro de sí mismo, con la capacidad de andar... Julius... Desde ahora no podría ni escuchar su nombre. Imaginar al chico –el cual me había inventado– sujetando la mano de Allen, besándola, diciéndose ambos que se quieren, despertó un sentimiento en mí que me quemaba por dentro. Estaba celoso. No debía estarlo, ya ni siquiera se verán.
—Háblame de él.
—¿De Julius? No, prefiero que no —se negó—. No me gusta pensar en otro chico que no seas tú.
Y ahí estaba Allen, con sus palabras dulces y su resultado impactante, siempre queriendo hacerme sentir especial y logrando que me sintiera afortunado por tenerla.
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D̶i̶s̶capacitados
RomanceBurst, un chico de diecisiete años con una vida aparentemente perfecta, sufre un brutal accidente que lo deja en silla de ruedas. Sin creer tener un lugar en el mundo ahora que no es como antes, se encierra en casa para no ir a clase, perdiendo los...