Capítulo 1

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Julia

Londres, en la actualidad.

Esta es mi última parada antes de llegar al nuevo apartamento. La moto está aparcada a un par de calles de aquí y, según mi móvil, el sitio no queda lejos, así que iré a pie.

Llevo todo lo que necesito echado a la espalda. Es curioso que todo lo que de verdad importa quepa en una mochila. Un pliego de papeles cuya primera página nunca me he atrevido a pasar, algo de ropa que escogí sin prestar mucha atención, y el pasaporte; solo lo más importante.

Pienso quedarme algún tiempo y si necesito algo más, simplemente lo compraré.

Jared dice que a su hermana le encanta el helado, y como quiero empezar con buen pie pienso presentarme a mi nueva compañera de piso con un bote enorme.

O lo haría si la Barbie que tengo delante se diese prisa.

—Disculpa, algunas queremos...

—Un momento —dice ella, sin dejar que termine.

Está hablando por el móvil, delante del mostrador de autoservicio. Lleva una bolsa de deporte colgada del brazo, el teléfono en una mano y en la otra el bote que debe llenar de helado.

Suspiro, exasperada y miro el reloj.

Llego bastante tarde. Puede que la hermana de Jared tuviese planes, puede que le esté haciendo esperarme.

—Si necesitas tiempo para decidir... —insisto.

—No. Ya está —dice, cortante y sin mirar atrás y da un paso adelante para empezar a rellenar su bote por fin.

Sin embargo, su móvil vuelve a sonar y se detiene de nuevo, frente al mostrador y en medio de todo, sin dejar que nadie más pase.

Empiezo a ponerme nerviosa, pero intento controlarme. Soy consciente de que a veces puedo resultar un poco... «explosiva». Así que tomo aire y espero, paciente.

De nuevo, guarda su móvil en la bolsa de deporte y, cuando parece que por fin se ha decidido, este suena y se detiene otra vez para atenderlo.

—¡Por favor! —exclamo, perdiendo los nervios, y paso a su lado sin importarme nada.

A la mierda. La paciencia está sobrevalorada.

Tomo un bote, le arrebato la cuchara de la mano y la empujo a un lado para pasar por delante de ella.

—¿Qué te crees que estás haciendo? —me reclama, malhumorada.

Aparta la vista del móvil y me dedica una mirada furiosa. Cuando alza el rostro hacia mí, me detengo un instante, tan solo uno, para observarla.

Tiene el pelo rojo y rizado y los ojos verdes-grisáceo más lindos que he visto nunca. Lleva un top ajustado y unas licras que marcan sus curvas perfectas. Por la ropa y la bolsa de deporte que lleva al hombro, parece que acaba de salir del gimnasio.

Todo su ser, desde el pelo rizado y húmedo hasta el ligero rubor de sus mejillas, desprende atractivo.

Estupendo. Me he topado con una diosa griega que encima sabe que lo es; esa clase de chicas que creen que por estar buenas pueden hacer cuanto se les antoje.

—Estabas creando cola —le digo, sin ganas para perder el tiempo y me inclino sobre el mostrador para buscar el helado que quiero.

Decido ignorarla olímpicamente. ¿Qué sabor le gustará a la hermana de Jared?

—Perdona, pero es mi turno —reclama, e intenta arrebatarme la cuchara de nuevo.

Yo se lo impido y le dedico una mirada de advertencia que no le hace titubear ni un instante.

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