Lena
Han pasado once días desde que Julia se marchó y no he tenido noticias suyas desde entonces. Poco después de la pelea, fui a la floristería donde trabajaba, pero aquel día su jefa tampoco sabía nada.
Ahora sé que está sana y salva porque después de ochocientas llamadas y mensajes, decidió escribirle a mi hermano para decirle que se encontraba bien.
Han pasado once días y, sin embargo, todavía no me explico lo que ha ocurrido.
Revivo mil conversaciones, mil besos y mil caricias y sigo sin ver lo que Julia veía o, mejor, lo que no veía: nada, absolutamente nada.
Es curioso cómo los ojos a través de los que miramos condicionan la realidad. Yo he vivido un cuento de hadas, ella solo ha tachado unas cuantas semanas en su calendario.
Eso es lo que dijo. Ella se limitaba a intentar que el tiempo pasara más rápido. Yo solo fui una distracción, una novedad para romper la rutina.
Me precipité desde el principio, ahora lo veo. Acababa de terminar una relación con Nastya y no debería haberme embarcado en algo así.
El dolor te ciega, la tristeza me hizo ver todo con otro color, el color que a mí me habría gustado ver.
Me equivoqué.
Aún no sé cuánto había de verdad en las últimas palabras de Julia y cuánto fue para hacerme daño. Sea como sea, no quiere estar conmigo y eso es suficiente para que sepa que lo nuestro no fue buena idea.
Yo tenía mal de amores y ella tenía problemas de verdad, problemas graves. No estábamos listas para estar juntas.
Jared me contó lo que pasó en la universidad el día que Julia decidió mandarlo todo a la mierda. Desde entonces, procuro no acercarme mucho a Basile en el gimnasio. Sé que si estoy cerca de él mucho tiempo, acabaré diciéndole algo y probablemente monte una escena.
Puede que todo ese numerito con Julia fuera en parte por mi culpa, por haberle dado esperanzas aquel día y haberlo despachado después.
Sabía que no hacía bien y aun así lo hice porque Basile se merecía que alguien le bajara el ego, pero parece que Julia ha tenido que pagar el karma.
Procuro no darle muchas vueltas al asunto, no culparme. Mi yo objetivo sabe que nada justifica un comportamiento de esa clase, que nada le da derecho a vengarse porque yo cambiase de opinión
respecto a salir con él.Incluso si alguien dice sí y después dice «no». «No» sigue siendo «no».
Pero una parte de mí no puede evitar pensar que si yo no lo hubiera usado para poner celosa a Julia, no habría pasado nada de esto.
No se lo he contado a Kat, pero aun así me sorprende lo mucho que hoy se acerca a él. Normalmente, no lo traga y desde que Antón le advirtió a Kat de que no hiciera ninguna estupidez, ella procura mantenerse lejos para no caer en la tentación de partirle las piernas, como diría ella.
Kat ha vuelto a entrenar en el gimnasio y pasar las tardes con ella hace que esto sea un poco más soportable. Lo cierto es que últimamente soporto pocas cosas. Estar rodeada de gente durante mucho tiempo me agobia y quedarme sola me asusta, porque prefiero no pensar.
Ahora mismo está en el cuadrilátero, mientras Antón practica con ella algunos golpes y le hace sudar todo lo que no ha sudado durante este verano.
Cuando está agotada, Antón le da un descanso y baja hasta donde estoy yo, esperando a que alguien que no sea Basile pida mi ayuda.
—Voy al almacén un momento. Vuelvo en quince minutos.
Le digo que no se preocupe y me quedo donde estoy, en un banco, mirando como Kat se pone en pie y estira los brazos por encima de la cabeza.