Capítulo 54

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Julia

No puedo creérmelo, no puedo creer que hayan sido tan mezquinos de hacerme creer que le había pasado algo horrible a Lena.

Me escuecen los ojos, por la rabia, por el dolor… pero, sobre todo, por el alivio. Me alivia saber que Lena está bien.

De camino a Londres se me han pasado mil cosas diferentes por la cabeza y, aunque me decía a mí misma que no debía especular, cada cual era peor que la anterior.

Así que saber que está bien, saber que sigue sana y salva y viva, hace que pueda respirar con normalidad poco a poco.

El mundo ya no parece tan oscuro, tan gris.

Estoy en el descansillo de las escaleras, a punto de bajar otro tramo, cuando Kat me llama desde arriba.

—¡Eh, Julia! Espera.

Se acerca en grandes zancadas y se planta frente a mí, con los brazos en colocados en la cintura.

—Siento mucho lo que hemos hecho, pero era necesario.

Me hierve la sangre.

—¿Una tirita? ¿Es eso lo que había pasado?

Ella se encoge de hombros. Al menos Jared parece arrepentido, ella sigue luciendo la misma expresión segura y decidida y esa postura arrogante.

—Jared no quería mentirte, así que solo hemos omitido parte de la verdad. Es cierto que había pasado algo.

Doy un paso hacia ella sin ninguna intención concreta, aunque la verdad es que me gustaría partirle la cara.

—Mira, me importa una mierda lo que hayas hecho. Tú y yo no tenemos ninguna clase de lazo, el único que me importa es Jared y ya le he dejado claro qué pienso sobre todo esto.

Me doy la vuelta, decidida a alejarme de allí, subirme a la moto y volver a casa antes de que las emociones me embarguen, cuando la rubia vuelve a hablar.

—Sí que tenemos un lazo —replica—. Ya te lo dije, somos muy parecidas.

—Yo jamás le haría a otra persona lo que me has hecho tú —contesto, sin poder controlarme—. ¿Sabes lo que es perder a alguien? ¿Sabes lo que es tener miedo constante, a cada hora? Cada vez que encuentro algo que me hace feliz, algo que me llena y hace que deje de sentirme vacía, tengo miedo de que eso se esfume, de que tenga que renunciar a ello porque la vida me lo arrebate. ¡Y tú has jugado con eso! ¡Jared y tú lo han hecho aun sabiendo lo duro que es para mí!
—espeto.

No me doy cuenta de que me he echado a llorar hasta que siento un sabor salado en los labios y noto que tengo las mejillas húmedas.

El gesto de Kat se suaviza un poco.

—Y aun así no me arrepiento. ¿Te das cuenta de lo que has reconocido?

Lena te llena y te hace feliz y por eso mismo no puedes dejarla escapar.

Los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas. Un mar de sentimientos me embarga y me abruma y hace que quiera gritar y salir corriendo.

—Soy inestable —le suelto y me encojo de hombros—. Acertaste con eso, ¿sabes? Todavía no he superado la muerte de mi novio, ni siquiera sé si llegaré a hacerlo algún día, de lo que sí estoy segura es de que en el proceso voy a decepcionar a mucha gente. ¡Siempre lo he hecho!
—exclamo—. No pude seguir con la universidad y eso le decepcionó. Pasarán más cosas iguales o peores y no estamos preparadas para afrontar eso.

Kat bufa y eso me enoja. Sin embargo, una parte de mí agradece su temple, porque prefiero estar enfadada que sentirme débil y frágil.

—Creo que deberías hablar con ella y preguntarle qué siente. Conozco a Lena y no creo que esté decepcionada porque no hayas conseguido algo. Sin embargo, puede que sí lo esté por no haberlo intentando, por haberte autodestruido.

Guardo silencio. El corazón me late con fuerza, los ojos me arden y las lágrimas se desbordan con intensidad.

—No tienes ni idea de lo que dices.

—Sí que lo sé. —Da un par de pasos hacia mí y yo retrocedo, porque su voz ahora es más dulce y su mirada comprensiva. Por algún motivo, que me entienda me produce más pavor que el hecho de que no lo haga—. Sé lo que es tener miedo al compromiso. Tú y yo hemos vivido circunstancias distintas, pero las dos tenemos el mismo terror a comprometernos —me explica, despacio.

Recuerdo las conversaciones con ella, los días que ha salido disparada del cuarto con tal de evitar una conversación sobre Erik, su novio y lo que pasará cuando regrese a Londres.

—En tu caso ese miedo se debe a que no quieres hacer daño a nadie y eso es admirable, pero, créeme, a Lena le estás haciendo más daño manteniéndote lejos. No va a poder olvidarte.

Me cuesta un rato responder.

—Creía que no te caía bien.

Kat sonríe. Cuando lo hace, parece más amistosa, más amable.

—¿Lo dices por la charla que tuve contigo? Oh, vamos, claro que me caes bien, pero tenía que asegurarme de que no te portaras mal con mi mejor amiga.

Procuro no bajar la cabeza, pero todo mi cuerpo me pide a voces que rompa el contacto visual y acabo apartando la vista. Al final, portarme mal con Lena es lo único que he hecho.

—Si me permites un consejo, no seas tan dura contigo misma —me dice, contra todo pronóstico—. Las personas que nos quieren tienden a perdonarnos con más facilidad de la que creemos.

Me muerdo los labios y reprimo las ganas de llorar. No debería hacerlo, no debería dejar que todo me sobrepase de esta manera, pero los recuerdos son vívidos, el miedo que he pasado creyendo que Lena estaba en peligro es reciente y las emociones intensas.

—Necesito tiempo para pensar.

Kat asiente, satisfecha. Por fin, creo que se ha quedado sin nada que decir.

Me alegro, porque no habría soportado un asalto más.

—Julia, que no sea mucho tiempo —me aconseja, con voz suave.

No respondo.

Simplemente me doy la vuelta, con el casco bajo el brazo y me alejo de allí con el corazón hecho pedazos y el alma dolorida.

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