Lena
Esta mañana he llamado a mi hermano para ver qué tal estaba y, de paso, averiguar si lo que dijo Julia acerca del tatuaje de las lunas era verdad. De ser así, Jared es aún más dulce de lo que esperaba y eso que ya sabía que mi hermano era bastante sensible.
Hace tiempo que no hablo con él. Nunca lo hemos necesitado. Nos basta con vernos de vez en cuando, salir juntos un par de veces al año y fingir que somos personas responsables y decentes en las reuniones familiares cubriéndonos el uno al otro.
Pero lo cierto es que ha pasado más tiempo del normal sin que hablemos de verdad y no sé qué es de su vida últimamente.
De todas formas, no ha contestado a mi llamada. Así que le he dejado un mensaje y le he pedido que me llamase cuando tuviera tiempo.
Las horas de sueño que me faltaron anoche empiezan a pasarme factura en el trabajo. Hoy me he despertado en el sofá, acurrucada junto a Julia. Debió de apagar la televisión en algún momento, porque cuando me he despertado ya no estaba encendida.
Debería haberle dicho que tenía que acostarme pronto, pero no pude resistirme.
Eso es peligroso. Tiene un poder sobre mí del que aún no es consciente y cuando lo sea, estaré perdida.
Termino mi turno más cansada de lo normal, así que hoy no entreno antes de volver a casa. Simplemente, me doy una ducha y me despido de Antón para poder llegar cuanto antes.
Cuando abro la puerta, Adèle me recibe con un maullido apremiante y me entretengo un rato dándole de comer. Julia no parece estar por aquí.
Es tarde, pero últimamente ha salido sola un par de veces, así que bien podría estar comprando ropa que no necesita o asistiendo a clases que no ha pagado.
Quién sabe.
La puerta de su cuarto está cerrada, así que, por si acaso, me aseguro de que no esté dentro.
—¿Hola? —pregunto y empujo la puerta.
Cuando veo como tiene su cuarto, no puedo evitar reprimir una sonrisa.
Está tan desordenado como lo mantiene Kat. Ropa en el suelo, la mochila en una esquina, las puertas del armario abiertas y… Hay un pliego de papeles sobre el escritorio.
Primero pienso que solo son más apuntes de aquel día, pero enseguida me doy cuenta de que hay demasiados papeles para tratarse de eso.
Sé que no debería, pero la curiosidad me puede, así que doy otro paso adelante y me adentro en su cuarto. Otro más y otro hacia el pliego de papeles, hasta que…
Escucho como la puerta de la entrada se abre y me giro en redondo.
—¡Julia! Te estaba buscando.
Julia enarca una de sus largas cejas y mira por encima de mi hombro.
—¿Me buscabas dentro del armario?
—pregunta y tengo que resistirme para no caer en un chiste fácil.Sin embargo, en cuanto abandono su cuarto y me acerco a ella me doy cuenta de que no es buen momento para reír.
—¿Qué ocurre? —pregunto, al darme cuenta de que tiene los ojos enrojecidos.
—Nada —contesta.
Aunque su voz es firme y pretende fingir una sonrisa, su mirada no engaña. Sus ojos azules, tan vivos y expresivos, están llenos de tristeza.
—Tienes la máscara de pestañas difuminada.
Julia se apresura a pasarse los dedos bajo los ojos, intentando borrar los rastros de su tristeza.
—¿Qué ha pasado? —quiero saber, dando un paso más hacia la joven.