Julia
Siento un hormigueo cuando Lena se sienta detrás de mí en la moto y rodea mi cintura con las manos. Mi estómago se encoge un poco cuando se apoya en mi espalda y todo mi cuerpo reacciona con un dulce estremecimiento.
No había vuelto a tocarme desde ayer. Hemos dormido juntas, abrazadas, pero cuando me he levantado esta mañana ella ya estaba en la ducha y yo he sido demasiado cobarde para darle el beso de buenos días que me apetecía darle. Así que no sé en qué punto estamos ahora.
No tardamos en ponernos en marcha. Tenemos un largo viaje por delante antes de llegar a Londres.
Anoche acabaron nuestras vacaciones en el norte, pero también comenzó algo distinto y no solo por lo que pasó entre nosotras.
Este viaje me ha servido para empezar a curar viejas heridas, aún abiertas, que no podían cicatrizar solas. Quizá reabrir ese capítulo de mi vida sea un error y cuando acabe esté aún más hecha polvo de lo que estoy ahora. Pero sigo decidida a continuar adelante.
Por otro lado, Lena…
Solo pensar en la noche anterior hace que me derrita. No fuimos más allá de los besos y las caricias, pero fue suficiente para provocarme un escalofrío cada vez que hoy lo recuerdo.
Hacemos un alto a medio camino para estirar las piernas y llegamos a casa unas cuantas horas después, cansadas y somnolientas.
Lo primero que hace Lena al llegar es correr a casa del vecino, con el que dejó a Adèle y para cuando vuelve a entrar está llenándola de besos y arrumacos.
Pasamos lo que queda del día deshaciendo el equipaje y, cuando acabo con el mío, me asomo a su habitación. Está sentada en la cama, con las piernas cruzadas, concentrada mientras escribe algo en su móvil.
—¿Pasa algo? —pregunto, desde el marco de la puerta.
—Mi hermano está en Londres —dice, sonriente.
—¿Jared?
Asiente.
—Me ha dicho que el jueves tiene un hueco si queremos tomar algo con él. Será desagradecido… ¡un hueco! Creo que está aquí por trabajo —exclama, fingiendo estar molesta. Sin embargo, hay algo tierno en su expresión mientras se mensajea con su hermano.
—Me encantará verlo —contesto.
Ella refunfuña algo por lo bajo y deja el móvil a un lado. Alza la cabeza hacia mí y sonríe.
—¿Te lo has pasado bien?
Le digo que sí con la cabeza mientras avanzo hasta ella y me agacho.
Llevo todo el día pensando en hacer esto.
Así que le planto un beso que ella me devuelve enseguida y me acerco cada vez más. No obstante, apoya las manos en mis hombros para apartarme.
—¿Esto va a ser así a partir de ahora?
—¿A qué te refieres? —inquiero, dando un par de pasos atrás y apoyándome en su escritorio.
—Tú y yo —dice—. Ya sabes.
—No. No sé —replico.
Lena aprieta un poco los labios, pero no se da por vencida.
—¿Estamos…? —no llega a terminar la frase, esperando que yo lo haga.
—¡Oh, no! No, no, no… —le aseguro—. No vamos a ponerle etiquetas. No las necesito, tranquila y sé que tú tampoco.
Por la forma en la que me mira cualquiera diría que me equivoco.