Lena
—¿A dónde vamos? —insiste Julia, detrás de mí en el metro, pero yo no respondo.
Avanzamos por los subterráneos hasta salir por Forest Gate y no tardamos en llegar hasta la entrada del bosque.
—¿El bosque de Epping? —pregunta ella.
Hoy hay más gente de lo normal, parejas y, sobre todo, grupos de amigos que miran sus relojes y comentan lo que va a pasar hoy.
No hay mucho sol, pero el calor es pegajoso. La ropa se pega a la piel y cada soplo de brisa se agradece.
Julia está estupenda con sus shorts negros, sus botas y su camiseta nueva de Guns N’ Roses, pero también parece estar pasando calor.
—Hoy se celebra algo especial.
Julia mira a su alrededor mientras avanzamos por el camino, hacia el corazón del bosque. Por aquí, ya hay gente con pegatinas enormes de números en la espalda y ella se da cuenta.
—¿Qué carajo se celebra?
—Ya lo verás —respondo y no me molesto en ocultar una sonrisa.
—Oh, no —dice ella y se detiene en medio del camino—. No pienso participar en una carrera. ¡Llevo botas! —Hace una pausa y mira mis pies—. ¡Y tú sandalias! ¿Estás loca? ¡Claro que estás loca!
La tomo de la muñeca y tiro un poco de ella, consciente de que la gente nos mira gracias a su ataque de histeria.
Julia es… intensa. Parece un mar en calma hasta que, de pronto, se incendia y todo arde.
—Baja la voz —le pido y la empujo un poco para que siga andando—. No es una carrera, pero si sigues gritando de esa manera sí que vamos a tener que salir corriendo para que no nos detengan.
Cuando llegamos al stand donde reparten los números, Julia empieza a andar más deprisa, pero yo no le permito acercarse.
Le pido que espere y soy yo la que va hasta el puesto para pagar por dos participaciones. Cuando regreso y le digo a Julia que se dé la vuelta para pegar su número, se cruza de brazos y me fulmina con la mirada.
—¿Qué vamos a hacer?
Está nerviosa, pero hay algo más bajo esa impaciencia. Sé que está divertida y que esto le va a encantar cuando comprenda qué hacemos aquí.
Así que intento volver a ponerle el número, pero no me lo permite.
—¿Qué vamos a hacer? —repite.
—Vamos a escondernos —suspiro.
—¿Qué?
—Vamos a jugar al escondite.
Julia suelta una carcajada y deja caer los brazos a ambos lados.
—No hablas en serio.
—Hablo totalmente en serio. —Doy un paso atrás y extiendo los brazos, abarcando el lugar—. Desde hace unos años organizan una partida masiva de escondite. La gente paga, se esconde y el dinero va para una asociación benéfica.
Mira a su alrededor, sin dar crédito.
—¿Por todo el bosque?
—Por este recinto —aclaro.
—¿Y de quién nos escondemos?
—Se juega por equipos. Nos lo dirán antes de empezar.
—No me lo puedo creer —dice y vuelve a reír mientras se da la vuelta para permitirme ponerle la pegatina. Después, me pone la mía—. Esto es genial.