Capítulo 52

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Julia

Va siendo hora de tomar algunas decisiones importantes.

El día que me marché llamé a mi jefa por teléfono y me inventé un problema sobre Artem, que en parte era verdad, para que no me despidiera por faltar algunos días.

Me odié por hacer eso, por jugar la carta que tanto odio del novio muerto, pero tenía que hacerlo si no quería que me echasen.

Sin embargo, ya han pasado más de diez días y no creo que me guarden el puesto mucho más. Así que comprendo que pronto voy a tener que decidir qué es lo que quiero hacer.

Todo este tiempo he estado en casa de mis padres y reconozco que aunque no me hayan dicho nada sobre mi decisión de dejar la carrera, por segunda vez, sé distinguir la desilusión cuando la veo en una mirada cansada.

Están cansados de mí, de mis idas y venidas. Me siento terriblemente mal por darles falsas esperanzas, pero yo sabía desde el principio que esto podría pasar, lo avisé una y otra vez, fueron los demás quienes no quisieron ver la realidad.

Pronto tendré que llamar a la floristería y decirles que ya no hay nada que me retenga en Londres y que no puedo seguir trabajando allí.

Tomo aire y me dejo caer sobre la cama.

Eso es lo que he hecho este tiempo: dormir y ver la tele.

Por eso me sorprende tanto cuando mi madre llama a mi cuarto y dice que tengo visita con una sonrisa.

Nadie en el pueblo debería saber que estoy aquí, llegué de noche y metí la moto en el garaje para que nadie la viera.

Aunque no me apetece, adecento la ropa que llevo puesta tanto como puedo y me apoyo en el escritorio mientras le digo que pasen.

Al primero no lo esperaba.

A la segunda todavía menos.

—¿Qué hacen aquí?

—Encantados de verte también, Julia
—responde Jared, y se mete las manos en los bolsillos.

Es tan parecido a su hermana que duele mirarlo. A excepción del pelo, que en Jared es rubio, es idéntico a su hermana, sobre todo por sus ojos, las pecas aniñadas sobre la nariz... Y la misma expresión afligida que vi en Lena la última vez.

—A mí también me alegra verte -añade Kat, mientras mira el desastre que hay a su alrededor—. Una casa bonita —comenta.

También está seria.

—¿Qué quieren? —insisto, recelosa.

Ambos comparten una mirada, parece que intentan decidir cuál de los dos debe hablar. Pasa una eternidad hasta que Jared toma las riendas.

—Está bien. Se lo digo yo. —Se gira hacia mí y su expresión se endurece un poco—. Toma la moto Julia, tienes que volver a Londres.

—Si quisiera volver ya lo habría hecho.

Kat da un paso adelante y abre la boca, dispuesta a decir algo, pero Jared alza un brazo ante ella. Prefiere seguir hablando él.

—Ha pasado algo con Lena.

Lo miro en silencio, esperando que añada algo más, pero no hace nada además que mirarme con seriedad, prolongando un silencio que hace que mi mente trabaje a mil revoluciones por segundo.

—¿Qué? —inquiero, con la garganta seca.

Jared vuelve a mirar a Kat, buscando su apoyo. Los dos están serios y mi mundo se ralentiza.

—Ha sufrido... un accidente.

—¿Qué clase de accidente? —pregunto, ansiosa.

—Es mejor que vengas y lo veas por ti misma —contesta Kat, adelantándose un paso.

Tiene el mentón amoratado y una herida en el labio inferior. Tiene un rostro dulce y una mirada llena de fiereza. Esos golpes acentúan la amenaza impresa en esos ojos en llamas.

Sacudo la cabeza, como si así pudiera traducirle una orden silenciosa al corazón. «Deja de gritar, deja de revolverte. Esto ya no es asunto tuyo».

—Yo ya no pinto nada...

—Si no vienes hoy puede que te arrepientas mañana —dice Jared.

Me giro hacia él lentamente. Le ha costado decirlo, le ha costado tanto porque está pensando en Artem, en que un día también sufrió un accidente y yo me arrepentiré el resto de mi vida por no haberlo perdonado y no haber ido a verlo al hospital.

El corazón me late tan fuerte que me duelen las costillas.

—¿Qué ha pasado? —insisto, cada vez más nerviosa.

No puede estar pasando esto, no puedo enfrentarme a una desgracia de nuevo.

—Solo... ha sufrido un accidente —repite, como si fuera incapaz de decir nada más.

Me digo a mí misma que si fuera realmente grave no estarían los dos aquí, no la habrían dejado sola.

Sin embargo, sus expresiones taciturnas, la culpabilidad en sus ojos y esa reticencia a hablar hacen que el miedo se deslice a través de mis venas con potencia.

—Toma las llaves y el casco, Julia —me recomienda Kat, con cierta dureza en su voz, la misma que usó para decirme que me daría una paliza si le hacía daño a su mejor amiga—. Si no, te arrepentirás siempre.

Sostengo su mirada. Me tiemblan las manos, me tiemblan por imaginar todos los escenarios posibles. Un atropello, una mala caída por las escaleras, un accidente en la moto de su hermano...

Voy hasta el escritorio y tomo mi casco.

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