Capítulo 35

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Lena

Hace dos días que llueve en Londres.

Esta vez, no tomamos la moto para llegar a la cafetería donde hemos quedado con mi hermano.

Tomamos el metro y bajamos en la estación correspondiente para hacer el resto del camino a pie, bajo un paraguas, riéndonos como un par de tontas cada vez que una gota desierta se abre paso hasta nosotras para mojarnos.

Cuando llegamos a la cafetería, tengo todo el lado derecho del cuerpo mojado, pero no me importa. Jared ya está ahí, sentado de espaldas mientras sostiene una taza entre sus manos.

Es grande, ancho de espaldas, pero estilizado y no resulta difícil localizarlo en medio de toda esta gente. Sabe que estamos aquí antes de que lleguemos. Nos escucha, reconoce nuestra voz y se gira con una sonrisa radiante en los labios para saludarnos.

También está mojado. Tiene el pelo rubio oscurecido por la humedad y hay más pecas en su rostro que la última vez que lo vi en primavera.

Corro hasta él al tiempo que se pone en pie y me fundo en un gran abrazo cuando me estrecha contra su cuerpo.

—Len, cuánto tiempo sin verte.

Me aparto de él para verle mejor la cara. Hay algo que no estaba allí en primavera. Alzo los dedos hasta tocar el moretón que recorre su ojo izquierdo.

—¿Qué rayos has hecho? —pregunto.

Él aparta el rostro con un gesto nada delicado y me devuelve una sonrisa condescendiente. Julia aparece a mi lado y Jared deja de prestarme atención para abrazarla.

—Me alegra mucho verte, Julia —la saluda, amable.

—El ojo —insisto.

—El ojo, Jared —enfatiza Julia, dedicándole una sonrisa.

Jared suspira resignado y nos hace un gesto para que nos sentemos en la mesa. Estábamos obstaculizando el pasillo.

—Es lo nuevo para ligar, ¿saben?
—contesta, frente a nosotras—. Pero no hablemos de mí, hablemos de ustedes. ¿Qué tal están?

Sé por experiencia que si Jared no quiere hablar de algo, no hablará. Es tan difícil hacer que confiese algo que no desea como hacerlo callar cuando tiene intención de hablar.

Así que suspiro y me rindo. Probablemente se haya dado un golpe. Es muy torpe. No veo a mi hermano partiéndose la cara con nadie.

Acabamos pidiendo dos cafés. Bueno, en realidad, yo pido café. Julia toma un chocolate caliente y Jared toma alguna clase de té con especias.

—Y bien, Julia, ¿has traído tu máquina de tatuar? Tengo un par de ideas para un diseño nuevo.

Ella se muerde los labios.

—Lo siento, pero no la he traído. Esta vez tendrá que hacértelo un profesional.

—Tú eres profesional —protesta—. ¿Te he enseñado los diseños que me ha hecho? —inquiere, volviéndose de nuevo hacia mí.

—No. Pero antes me gustaría ver el tatuaje de las lunas.

Le hago ojitos y Julia suelta una carcajada discreta. Estoy dispuesta a insistir para que confiese, pero cambia de tema antes de que pueda hacer nada.

Parece que esto tampoco me lo va a decir. Así que decido creer a Julia y asumir que lleva ese tatuaje por mí.

—¿Entonces la convivencia va bien?
—pregunta, cuando llevamos ya un rato hablando.

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