Capítulo 21

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Lena

Ayer por la tarde Julia me asustó ya lo creo que sí.

El viaje de vuelta en metro fue largo y tenso y el camino hacia el apartamento silencioso y distante. Al llegar, se encerró en su cuarto sin decir una palabra y yo pensé que había complicado las cosas precisamente intentando no hacerlo. Por una vez, había metido la pata haciendo lo correcto.

Quién me lo iba a decir.

Sin embargo, al cabo de unas horas volvió a salir de su cuarto. Se sentó a mi lado y propuso pedir unas pizzas.

En el tiempo que he pasado con Julia, he comprendido que no es de las que comparten como se sienten con los demás muy a menudo. Así que imagino que ella también ha decidido pasar página aunque no me lo haya dicho.

Es mejor así. Por una vez lo sé, soy consciente y pretendo ser sensata también.

Nunca he sido famosa por mis buenas decisiones. Es más, a lo largo de mi vida he tomado unas cuantas decisiones cuestionables y desde que me vine a Londres con Kat, esas decisiones han sido aún más arriesgadas.

No es que Kat sea una persona juiciosa precisamente. Así que su mala influencia junto con mi predisposición a ser insensata… Bueno, dejémoslo en que han causado estragos más de una vez.

Pero quizá sea la hora de cambiar eso.

Anoche cenamos juntas, no hablamos sobre ese beso maravilloso y creo que lo prefiero así. Yo sí que he pensado en ello y puede que tarde un tiempo en olvidar lo que hicimos y lo que me habría gustado hacer, pero esto es lo más prudente.

Esta mañana después de levantarme, llamo a Kat para preguntar por el hermano de su novio y, luego, le cuento mi encontronazo con Julia y la posterior decisión de olvidarlo todo.

Desde que le digo que todo va a quedar en un beso, Kat empieza a reír como una loca y no hay manera de terminar la conversación de una forma seria.

Aunque debería ofenderme por su falta de confianza en mí, no se lo tengo en cuenta. Simplemente termino de despedirme y voy a la cocina para preparar café. Hoy estoy demasiado cansada como para bajar a por él.

Me siento en la isla de la cocina, somnolienta y aparto a Adèle cada vez que intenta lamer el café. Lo único que me falta ahora es una gata puesta de cafeína.

Pronto, empiezo a escuchar movimiento en la habitación de Julia y, como estoy de espaldas a la puerta, no la veo llegar, pero siento cómo se acerca.

—Buenos días —me saluda, con la voz un poco ronca.

Me alegra que lo que ocurrió ayer no afectase a nuestra amistad. Me gusta poder hablar con ella y salir juntas y la convivencia habría sido muy difícil si ella no hubiese olvidado ese beso.

Al final, resulta que Julia puede ser muy madura y parece que no voy a tener que preocuparme por…

¡Santa madre de Dios!

Julia pasa por delante y se sienta en la isleta frente a mí.

Está… desnuda. Completamente desnuda.

—Te he dicho «buenos días» —me echa en cara.

Yo la miro boquiabierta, incapaz de articular dos palabras seguidas, con los ojos muy abiertos, mientras pongo a prueba mi fuerza de voluntad para no mirar abajo.

Sin embargo, enseguida me doy cuenta de que es imposible, mi autocontrol no es tan fuerte, así que aparto la vista del todo y me tapo los ojos con la mano. Mejor no tentarme.

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