Capítulo 3

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Lena


—Hola, Len —susurra Nastya, al otro lado de la puerta.

Me hago a un lado para dejarla pasar y espero para responder, hasta que se me deshace el nudo que tengo en la garganta.

Siempre se me olvida lo guapa que es.

—Hola —contesto, en el mismo tono apagado que ella—. Lo que queda está en esas dos cajas —le digo, señalando una esquina.

Cuando Kat se marchó, Nastya se mudó conmigo y fue la peor decisión que he tomado en la vida. No duramos bajo el mismo techo ni un mes.

Aunque no creo que fuera un problema de convivencia; los problemas llevaban ahí más tiempo. La cuestión es que cuando no tienes un lugar al que escapar para dejar que los problemas se desvanezcan, tienes que enfrentarte a ellos.

Y después de todas las veces que habíamos huido de nuestros problemas, había tanta mierda acumulada que no pudimos con ella.

Nastya me dedica una mirada apenada y escucho como coge aire despacio. Se hace con las cajas y camina lentamente de vuelta hacia la puerta.

Cuando vuelve a estar frente a mí, veo cómo le tiemblan los labios.

Oh, no...

—Siento mucho lo que pasó ayer.

—No te preocupes, es tema pasado —le digo, rogando que no vuelva a recordarlo.

—No quiero marcharme así —dice, en apenas un murmullo y la conozco lo suficiente como para saber que está conteniendo las ganas de llorar.

Se me parte el corazón, pero ya no me corresponde a mí consolarla.

—Quizá, con el tiempo, podamos arreglar las cosas —le digo, incapaz de mirarla a los ojos.

—¿Tú crees? —pregunta, con cierto tono esperanzador. Esta vez, alzo la cabeza y descubro lo que está pensando con solo mirarla.

—Me refiero a que dentro de unos meses, quizá, seamos capaces de quedar para tomar algo de vez en cuando; para hablar, ponernos al día... —le explico. No quiero que se haga falsas ilusiones.

Sus ojos pierden esa chispa de esperanza al instante y se muerde los labios, conteniendo las lágrimas.

Mierda... Quiero abrazarla. Me muero de ganas por abrazarla y decirle que todo va a salir bien. Pero no puedo hacer eso, no puedo seguir haciéndonos daño.

Quizá nos queramos; pero, a veces, el amor no es suficiente. Y nosotras ya no tenemos solución, hemos agotado los intentos y lo único que nos queda ahora es tratar de acabar con esto sin hacernos más daño... como ayer.

—¿Eso es lo que significó para ti? —pregunta, aún presentando esa imagen frágil que me parte el alma—. Después de un año entero juntas, ¿lo único que nos va a quedar va a ser eso?

Suspiro. Quiero acabar con esto cuanto antes, pero cuando Nastya se agacha para dejar las cajas que ha tomado en el suelo, sé que no tiene intención de zanjar el tema todavía.

Desearía que Kat estuviese aquí, que me dijese qué hacer o qué decir para ponerle punto y final a algo que nos está destrozando a las dos. Ella es más dura que yo. Sabría qué hacer.

—Lo siento, Nastya, pero no creo que debamos seguir hablando.

—¿Por qué? —pregunta y salva el espacio que nos separa para tomarme de las manos. Su simple contacto hace que me estremezca—. Yo creo que precisamente eso es lo que nos hace falta: hablar. Vamos a sentarnos, a poner las cartas sobre la mesa y a intentar encontrar una forma de darle la vuelta a todo esto.

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