Capítulo 3.

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La graniza azota la noche, Arlo corre con el maletín arriba suyo maldiciendo por lo adoloridos y magullados que están sus dedos desprotegidos, es un sacrificio. Zancadas cuidadosas de no resbalar y con el cuerpo lo más cercano a los árboles en un intento de hacer su recorrido más llevadero.

Se siente exhausto por lo explotado que fue hoy en el trabajo y por haber tenido que saltar los muros altos de la escuela para no llamar la atención y ser castigado por la hora de su llegada.

Su corrida se detiene cuando divisa a un hombre salir de los dormitorios masculinos, lo ve arrastrar su propio cuerpo desde la entrada principal hasta rodear la casa. Viste consigo una camisa y pantalones cortos, no lo suficiente para protegerlo de las rocas de hielo.

No pierde el tiempo y lo sigue detrás. Puede escuchar, una vez está cerca, los murmullos, que son meros balbuceos ante los estruendos del granizo.

"John, ¿Qué haces aquí?". Le habla con voz fuerte antes de sujetar su hombro y girarlo, siendo emboscado por una mirada inyectada en sangre y perdida, ojos dirigidos a un punto que no logra encontrar.

No es paciente cuando ya ha tomado su muñeca y lo hace regresar sobre sus pasos para ingresar a la residencia en oscuridad. Lo sigue sujetando al cerrar la puerta, al recorrer el pasillo principal y utilizar tres pisos de escaleras.

No quiere solo dejarlo allí en recepción, sabe que cuervo está perdido y podría intentar salir de nuevo. Así que se molesta y lo deja en su piso antes de seguir su camino a la cuarta planta.

Cuando ambos están frente a la puerta de John, este vuelve a hablar bajo;

"No es justo. Yo no quería esto, yo no debería existir". Pronto, el hombre más bajo comienza a agonizar, los espasmos de su cuerpo lo hacen inquietarse.

Los ojos zafiro se abren con impresión, gira su cabeza hacia el nuevo Rey, su corazón comienza a latir con fuerza de miedo ante las palabras de su enemigo. Miedo, no por él.

Enciende la linterna de su teléfono para observarlo mejor, su piel estando manchada de moretones y rojos quemados de la lluvia dura a la que se expuso.

"¡Ey, Ey!". Le susurra conteniendo sus hombros sin saber qué hacer. Enfermería no abrirá hasta mañana y no puede hacer venir a Elaine. "¿Tienes tus llaves?". Le pregunta, pero no hay respuesta. Palmea los bolsillos del pantalón sin encontrar nada.

Se aleja abrumado y rebusca entre sus contactos a Bykle, si él conserva una copia de llave entonces debe obtenerla. Cuando los primeros tonos le gruñen al oído John toma el picaporte, lo gira con desgaste y se adentra con la misma energía.

"¿Hola? ¿Arlo? ¿Por qué llamas a estas horas? Estaba dur-".

Cuelga irritado por lo innecesario y malgastado de sus acciones.

El rubio piensa que John es un mal agradecido.






No es diferente a él.

La Depresión del Rey | JarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora