Parte X. Capítulo 35.

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Abre la puerta de su propia habitación, la imagen es diferente a la habitual, no hay un hombre que lo espera y lo mira sonriente, solo un rey caído que está rebuscando en el armario y lanzando ropa a una maleta.

Con los pulmones quemándose logra preguntar.

"¿Qué haces?". Era obvio, y en una situación normal John hubiera sido sarcástico, en cambio, ni siquiera le responde. "John, oye".

"No te preocupes, solo estoy recogiendo mis cosas". El tono muerto lo hace inquietarse.

"No te estoy echando". Responde, sin saber si él es quien está hablando o el propio temblor que sacude su estómago. "Tú sabes-". De inmediato John lo detiene con un simple comentario;

"Me iré de Wellston por un tiempo".

Eso habría sido la mejor situación para ambos, para la escuela, pero él no quiere lo mejor. Nunca ha querido lo mejor.

¿Puede ser de nuevo egoísta?

¿Puede arruinar todo una vez más?

Sus labios tiemblan y se siente humillado cuando intenta pedirlo;

"Por favor, quédate".

"No puedo hacerlo". Él responde.

"Podemos arreglarlo".

Cuando intenta sujetarlo él lo golpea.

"¡¿Arreglar qué?! ¡¿Qué vas a hacer?! ¡Ahora estás con ellos! ¿¡Hace cuánto tiempo me estabas traicionando? ¡Confíe en ti!".

"¡Ya te dije que tengo mis razones, mi postura en la guerra con Refugio sigue siendo la misma! ¡CREEME!".

"¡Ya basta! ¡NO TE CREERE! ¡NO DE NUEVO!".

Arlo se tira al sillón.

Sintiendo como las grietas se abren y lo separan.

Y las luces rojas advirtiéndole.

"No me creas, pero no tienes que irte".

Solo una vez más.

"¡No lo entiendes!". Y puede ver sus grandes lagrimas cayendo sin cesar, desesperadas por salir entre ellas como una manada que derriba todo a su paso. "¡Soy un imbécil! ¡La herí! ¡Eché todo a perder de nuevo!".

Lo ve golpearse la cara con las palmas, con fuerza desmedida, castigándose con severidad.

Una.

Azotando sus manos contra sus mejillas mientras seguía chillando.

Arlo se levanta, asustado. Mirando esos golpes agresivos que resuenan estrepitosamente y dejan la carne roja.

"¡John!". Le grita, conmocionado.

Dos.

"¡John, ¿qué haces?! ¡No te pegues!"

Tres

"¡Soy un maldito estúpido!".

Se repitió con fuerza, raspando su garganta y asegurándose de grabarse las palabras con dolor.

Cuatro.

"¡John, ya basta! ¡No te hagas daño!

Cinco

El mismo Arlo está llorando, asustado.

"¡Soy un Monstruo!".

Seis.

"¡Escúchame!". Intenta detenerlo, apresando sus brazos para que no pueda seguir lastimándose, pone sus fuerzas mientras siente los fuertes tirones del hombre que quiere arrebatárselos y seguir su propio castigo. "¡No!".

"Soy un monstruo...".

Lo abraza, con sus propias manos temblando mientras le repite una y otra vez.

"No lo eres, no lo eres...".

La Depresión del Rey | JarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora