Capítulo 5.

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Esa noche es llovizna, fisgonea de nuevo y no hay pista de John.

Pasan por mucho de las 11, puede que el Rey no aparezca en esta vez, borrando su asistencia perfecta. Piensa en la posibilidad de que sus palabras de esta mañana hayan hecho que Comodín tome la decisión en abandonar ese hábito; pero John solo debe saber que estuvo en la noche anterior como uno de los actores y no en otros anteriores como espectador.

Poco probable.

La hora en su celular indican las 12:37 cuando ravenette se abre entre la oscuridad y con pasos de grilletes avanza hasta el banco. A pesar de lo delgado que se ha vuelto su cuerpo hace la ilusión de pesar piedras.

Tiene la sensación de ser un acosador.

No necesita seguir observando al cuervo negro.

Está siendo masoquista, sigue experimentando el dolor de ver a John en ese lamentable estado, saber que estaba mal y destruido.

John es su enemigo, él mismo le declaró la guerra y lo humilló como nadie nunca.

Pero Arlo también lo humilló. Arlo lo rompió. Antes de su traición John era distinto; sonreía a menudo, jugaba como niño y mostraba alegría.

Pero lo hizo explotar, hizo que esa fachada desapareciera.

Lo entiende ahora que ya nada puede hacer, esa máscara era la mejor opción para todos, para él, para el resto del alumnado y para el mismo John. Cuervo sabía que terminaría por descontrolarse, pero estaba demasiado ocupado en hacer que tomara su lugar en la jerarquía como para detenerse y pensar en ello.

La Depresión del Rey | JarloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora