Capitulo LIII

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Al final si fuí secuestrado.

Otra vez.

El Fenix me trae a lo que parece ser su guarida. Me sienta en la cama y se comienza a desvestir.

-¡¿Qué estás...?!

Tapó mi rostro y suelta una pequeña risa.

Diablos, hasta su voz es tan...sexy.

Lo oigo abrir un armario y bajo mis manos.

Solo su pecho está desnudo, unas líneas rojas extrañas le rodean gran parte de su pecho hasta su hombro.

-¿Qué es eso?

Sus ojos rojizos naranjas me miran un largo tiempo.

Pero no responde.

El vuelve a lo que estaba haciendo y decido no preguntar más.

Tengo curiosidad.

No son marcas normales, parecen estar chupándole su energía. ¿Cómo llegó a tenerlas? ¿Quién se las hizo? ¿Qué le ocurrió para tener ese tipo de marcas?

El saca una crema del tamaño de su mano.

Y pone en su pecho herido.

Oh, viene hacía mí.

Su mano sostiene la mía y coloca la crema en ella. Se da la vuelta y se sienta a mis espaldas.

¿Quiere que se la ponga en la espalda?

La crema está abierta, saco con mi mano un buen poco y comienzo a vertirla sobre su espalda. 

-Fue una persona que ame.

Su voz me hace detenerme, pero al segundo vuelvo a lo que estaba haciendo.

-Me juro amor, y le creí.

No hables de esas cosas.

Creo que lloraré.

Por qué ya también creí en esa mierda.

-Me traicionó y me lanzó una maldición.

Bueno, al menos a mí no me maldijeron.

Pero también fuí traicionado.

-No puedo renacer, por lo menos hasta curarme de esta cosa.

La persona que le maldijo tuvo que ser fuerte.

-Esta crema, es lo único que me calma.

Miro el frasco y no parece quedarle mucha.

-¿No tienes otra...?

-Iba a tenerla, antes que tú conocido me atrapará.

Rayos.

-Lo siento.

El se gira y yo retrocedo, ¿Qué? ¿Por qué me mira?

-Por alguna razón, tu me calmas, eres... mejor que está medicina.

Gracias, pero no quiero ser tu medicina.

-¿Te estás poniendo el ungüento por el dolor?

No creo que yo sea tu medicina amigo.

-Lo pongo todos los días, para evitar el dolor, pero, no siento la molestia de antes desde que te conocí, es...raro.

-Si, muy raro...

Déjame ir.

El nota mi incomodidad y se aparta de mí. Se vuelve a tapar esos grandes músculos...

Mierda, me siento mal por mirar los músculos de otras personas.

Soy el príncipe de un libroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora