𝖠𝗆𝗈𝗋 n̶o̶ 𝖼𝗈𝗋𝗋𝖾𝗌𝗉𝗈𝗇𝖽𝗂𝖽𝗈 || 𝗖𝗼𝗯𝗿𝗮 𝗞𝗮𝗶

~31~

𝗝𝗲𝘀𝘀𝗶𝗰𝗮

Después de una sesión de besos. Eli y yo nos tumbamos para buscar algo para ver en mi ordenador.

—¿Te he contado que el otro día me encontré a mi madre?—pregunté mientras buscábamos algo.

—No—respondió.

—Pues me la encontré comiendo con Johnny, y a mí ni siquiera me había dicho que vendría—comenté—. Seguro que el imbécil de Gregory no le dejó.

—¿Qué te hacía tu padrastro?—me preguntó—. Nunca has llegado a profundizar sobre ello y creo que te vendría bien desahogarte.

Me tensé.

—¿Si te lo cuento me prometes no decírselo a nadie?—cuestioné.

—Te lo juro.

—Vale—suspiré—. Pues...

—¡¿En serio crees que te trataré igual que tus hermanos?!—preguntó Gregory apestando a alcohol—. ¡Tú eres la razón de todos mis putos problemas con tu madre!

Mamá no estaba en casa. Mis hermanos estaban durmiendo. Yo tenía diez años.

》¡Eres un puto error! ¡No deberías estar aquí!

Lágrimas brotaban de mis ojos.

》Oh. ¿Te pones a llorar?—fingió falsa pena.

Golpeó mi rostro con fuerza haciendo que diera un paso hacia atrás.

Un sollozo salió por mi boca.

—Esa noche continuó golpeándome y acabo volviéndose rutina cuando mi madre no estaba—notaba mis mejillas húmedas—. Pero lo peor fue que mi padre me dijo lo mismo.

No pude evitar que mi voz se rompiera al pronunciar esa frase.

》A mí me importa una mierda Gregory, pero no mi padre, Eli. Joder, yo no pedí nacer, pero todos me echan en cara eso.

Las lágrimas brotaban de mis ojos sin cesar y mis sollozos eran cada vez más seguidos y menos regulables.

—Joder, lo siento—dijo Eli mientras me abrazaba.

En ese momento estallé en llanto sin poder controlarlo, porque realmente yo no era dura; solo lo aparentaba. Siempre pretendía que ninguno de mis problemas familiares me afectaba, pero era una gran mentira.

—Tranquila—dijo acariciando mi espalda—. Vamos.

Dejó un beso sobre mi cabeza.

Poco a poco, conseguí calmarme entre sus brazos haciendo que la habitación se quedara en silencio. Disfrutaba de las caricias que él me proporcionaba, de su olor y calor. Del silencio que reinaba tranquilamente.

Por desgracia ese momento tuvo que ser interrumpido por una notificación en mi móvil.

Pasé mi mano por mis mejillas, secándolas, para después mirar el mensaje.

Tory: En la casa de tu padre ahora. Atacaremos por sorpresa su fiestecita.

Le enseñé el mensaje a Eli.

—¿Seguro que quieres ir?—cuestionó—. Si te encuentras mal podemos quedarnos.

—No. Me vendrá bien patear algún que otro trasero—dije.

—Bien. Pues vayamos.

[...]

Todos los Cobras estábamos reunidos frente a la casa de mi padre.