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—Dos días después—

Habían sido dos días terribles para Natalie. No sólo le había dolido el cuerpo entero, sino también que había sido muy doloroso escuchar a los bebés llorar porque querían estar con ella y no con su padre o hermanos.

Pero finalmente ya se sentía mejor para poder tenerlos con ella, atenderlos. Incluso North había pasado los dos días durmiendo en la habitación con ella, para que al menos los bebés pudieran dormir por la noche en medio de ambos.

—¿Te sientes mejor? —le preguntó entrando a la habitación con una taza con té para ella.

—Sí, ya no me duele la panza, gracias —sonrió tomando la taza.

Se sentó junto a ella en la cama, y acarició suavemente la espalda de los mellizos, que estaban durmiendo.

—Luces terrible —sonrió divertida al verlo.

—Gracias —gruñó.

—Ay no te enojes, sólo bromeaba —rio—. Es que tienes el cabello todo enmarañado, y unas ojeras terribles.

—No pude dormir bien con los bebés llorando, con Cala que no quería dormir con sus hermanos... Simplemente no pude descansar.

—Mm, creo que puedo ayudarte con tu cabello —sonrió, buscando en su bolso el cepillo—. A ver, déjame cepillarte.

—No —le dijo haciéndose atrás.

—Ay vamos, no seas arisco.

—Nosotros no hacemos eso.

—Creéme que me di cuenta. Cuando peiné a Cala por primera vez, estuve casi una hora quitándole nudos.

—Cala es una niña, yo soy un hombre.

—Un hombre todo despeinado, déjame ayudarte.

—Dije que no, Natalie —gruñó.

Lo observó molesta, y luego murmuró un okay, antes de dejar el cepillo dónde estaba y continuar tomando su té, sin mirarlo. North la miró de reojo, y luego gruñó bajo.

Se acercó a ella nuevamente y se puso de espaldas. Natalie lo miró y luego se mordió el labio inferior para no reírse. ¿Eso significaba que había doblegado a la bestia? ¿Qué podía peinarlo?

Se apresuró a tomar el cepillo y se arrodilló detrás de él, tomando un mechón de su cabello, comenzando a desenredarlo desde abajo suavemente.

—No creí que tenías el cabello tan largo —le dijo sorprendida, luego de ver hasta donde le llegaba aquel mechón lacio.

—Sí, no lo cortamos.

—Creo que con un buen recorte de barba y peinado, te verías muy guapo —sonrió.

—Nosotros no necesitamos vernos guapos, sino intimidantes. Especialmente yo que soy el alfa de esta familia.

—¿Qué te parece intimidablemente guapo? —sonrió divertida.

—Natalie —gruñó en advertencia.

—Pero que humor de mierda te cargas, hombre —rio bajo—. Oye, fuera de broma, es increíble el cabello que tienes sin tener ningún tipo de cuidado con él. Yo me gasto medio sueldo en productos para tenerlo sano y bonito.

North cerró los ojos, sintiéndose relajado con el cepillado, con el sonido de la respiración calma de ella, con su voz, que realmente no le estaba prestando atención a lo que le estaba diciendo.

Y se sintió tan relajado, que hasta sueño le había dado.

—¿Te puedo hacer unas trenzas?

—No —le dijo en un tono bajo.

—Mm ¿Y si te hago un moño? —le preguntó tomando todo su cabello en una cola alta.

Sin soltarle el cabello, gateó en la cama hasta ponerse delante de él y lo observó. Le tomó unos mechoncitos de la frente y los soltó.

—¡Te ves muy bien, papá! —exclamó Cala entrando en ese momento a la habitación.

—¿Verdad que sí? —sonrió Natalie antes de mirarlo—. Hasta dan ganas de darle un beso a esa cara gruñona.

North la miró a los ojos y frunció el ceño.

—Y ahí está la cara gruñona nuevamente.

—¿Terminaste?

—Nop, te ato el cabello con una gomita, y entonces ahí sí habré terminado.

—Te dije que no me iba a atar el cabello —le dijo quitándole la mano, soltándose de ella.

—Ay no seas amargado, North, te quedaba bien, hasta Calita te lo dijo, y fue mucho antes de que yo lo afirmara.

—Cala, quédate aquí con Natalie por si necesita algo, saldremos con tu tío a cazar —pronunció poniéndose de pie.

—Está bien, cuídate mucho mucho.

—Claro que sí —le dijo acariciándole el cabello, antes de salir de la habitación.

La niña se giró y miró a Natalie, con sus grandes ojos verdes, curiosa.

—Natalie ¿Dijiste que querías besar a mi papá?

—¿E-Eh? ¡No era literal! Era sólo un decir.

🌑🌑🌑

—Ey ¿Qué pasa? —le preguntó curiosa, al salir de la casa para lavar los pañales de los mellizos, y encontrar a Blake solo, sentando contra un árbol.

El niño no se veía animado.

—Nada —le dijo sin mirarlo.

Natalie dejó el cesto con los pañales de los bebés a un lado, y se acercó a él.

—¿Seguro? Sabes que puedes hablar conmigo. ¿Tú papá te regaño?

—No.

—¿Peleaste con tus hermanos?

Desvió la mirada, y Natalie supo que por ahí venía la cosa.

—¿Qué te hicieron? Estoy segura que fue Kaelan o Biel.

—Kaelan.

—Hm, me lo imaginé —le dijo sentándose junto a él—. ¿Qué te hizo?

—Él no te quiere aquí.

—Ah sí, eso ya lo sé —suspiró—. Es por eso que intento no meterme en su camino, para que no se sienta tan "invadido" con mi presencia.

—Él dijo que no ve la hora de que te vayas.

—Pero no te enojes con tu hermano por eso, Blake —sonrió suavemente, apoyando una de sus manos en la cabeza del pelinegro—. Si tú papá lo permite, vendré a visitarlos.

—Él rompió el brazalete que tú me hiciste y lo arrojó al río. Y... No pude hallarlo.

Vaya, era bastante mierdita el Kaelan.

—No te preocupes, cariño —le dijo abrazándolo a ella—. Te haré otro ¿Quieres? Uno mucho más bonito que el primero.

Blake abrió los ojos, sorprendido. ¿Lo estaba abrazando?  Miró hacia arriba y Natalie le sonrió.

—Tienes unos ojos preciosos, cuando seas mayor, robarás más de un corazón.

Era el único de los hijos de North, que había heredado el color ámbar de sus iris.

...

NorthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora