II

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—¿Qué es eso?

—¿Una hembra?

Abrió los ojos al escuchar las voces de hombres hablando, y al mirar hacia abajo, se estremeció. No, no podía verlos, pero sabía que había alguien allí abajo.

—Creo que la luna nos ha dado un regalo —sonrió divertido.

¿Qué demonios haría algo?

Escuchó que el tronco comenzaba a crugir, y antes de poder preguntarse que estaba pasando, una gran mano la tomó del tobilló, jalándolo hacia abajo.

—¡Ahh! ¡Suéltame! —gritó asustada, tomándose con ambos brazos de una rama, aferrándose a ella.

—Uy que gritona.

—No importa, mejor —sonrió antes de tomarla de los dos tobillos y jalarla.

Y de un sólo tirón, la hizo soltarse, cayendo de lleno al suelo. Se giró sobre la tierra, sollozando por el dolor del golpe.

—Es una humana —pronunció.

—¿Qué haces una humana aquí?

—N-No me hagan d-daño —les pidió con lágrimas en los ojos.

Uno de ellos estaba por tomarla del tobillo para acercarla hasta donde estaba, cuando se escuchó un aullido.

—North —gruñó el muchacho.

—Tsk, siempre lo mismo, él se lleva las mejores hembras.

—Vamos, no quiero pelear con él —le dijo uno al otro, antes de irse ambos.

Eran machos jóvenes, y por más que fueran dos, no podían contra la fuerza de un alfa adulto.

—¿Q-Qué? ¡No me dejen sola! No quiero...

Escuchó un gruñido furioso detrás de ella, y cerró los ojos con terror.

—Estuve toda la tarde tras tu maldito rastro.

—No voy a ir contigo, no voy a dejar que me folles.

—¿Y quién carajos quería follarte a ti?

Abrió los ojos y lo observó confundida.

—¿N-No?

—No, levántate y ven conmigo.

—¿E-Entonces?

—Vamos.

A duras penas se puso de pie, jadeando al comenzar a caminar. Ese golpe le había afectado una de sus piernas, de seguro a la mañana tendría un moretón gigante.

—¿Puedes decirme a dónde me llevas?

—A mi hogar.

—Okay, me llevas a tu casa, no piensas violarme, entonces ¿Qué harás conmigo?

—A mi familia le hace falta una mujer como tú.

—¿Cómo qué a tu familia le hace falta una mujer como yo? ¿A qué te refieres? ¿Puedes decirme para que carajos me llevas contigo?

North continuó caminando, y cuando vio que ella dejaba de seguirlo, se volvió para tomarla de la muñeca, y llevarla.

—Vamos, no tengo toda la noche.

—No pienso seguir caminando hasta que me digas para que me llevas.

—Cuando lleguemos allí lo sabrás.

Se detuvo, negándose a dar un paso más, por lo que North tuvo que tomarla una vez más en brazos, llevándola como un costal de papas sobre su hombro.

Natalie rodó los ojos... No quería tener sexo, eso era bueno. ¿Pero para qué mierda la quería entonces?

Después de más de diez minutos caminando, North se detuvo, bajándola, sin soltarla.

—A esta hora salen a cazar los Redrivers, no te conviene huir.

—¿Q-Qué quiere decir eso?

—No son tan amables como yo, especialmente en este época del año con tanta escasés.

Se estremeció por completo al escuchar eso, y lo siguió rápidamente hasta la cabaña. Al hacerlo, se encontró con siete personas más, que al igual que ella, estaban sorprendidos de verla.

—North ¿Qué significa esto? ¿Por qué trajiste una extranjera? —preguntó una anciana.

—Abuela, ella será quien cuide de los cachorros.

Abrió los ojos aturdida y luego observó a ese enorme pelirrojo idiota. ¡¿Qué demonios?!

—¿Pondrás al cuidado de los cachorros una extraña?

—Tú eres muy anciana para hacerlo, Cala es una niña aún, y los machos no pueden cuidar de los bebés.

Natalie observó a la niña, que debía tener unos seis años, luego a la anciana, quizás de unos setenta, y después a los cinco muchachos que estaban allí también, de edades que iban desde los diez hasta los diecisiete quizás.

—Luego la presentaré, ven conmigo.

Aturdida por la situación, siguió a North por un pasillo, hasta el fondo del mismo, dónde había una puerta. Al abrirla, entraron en otra habitación, muy reducida, dónde había una especie de colchón de pieles en el suelo, y en el, dos bebés pequeños durmiendo.

—Ellos son mis hijos, Hazel y Ewan. Su madre murió el día de su nacimiento, hace una luna. Ha sido muy difícil para nosotros poder cuidarlos solos, y las hembras no son fáciles de hallar.

—Am, lamento mucho la pérdida de tu mujer, pero tú no puedes pretender que yo cuide de dos bebés, y que encima, me quede aquí. Fue un error el habernos encontrado, yo me desvié de mi grupo de turistas, y-

—Entraste a mis tierras, lo que entra aquí, me pertenece —le dijo mirándola fijo a los ojos—. Y sobre todo, lo que entra aquí, ya no sale jamás.

...

NorthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora