III

7.1K 925 73
                                    

Luego de esa "amable" respuesta por parte de North, Natalie se había quedado sola en la habitación con ambos bebés. ¿Qué iba a hacer? ¿Sería real eso de que nadie podría ayudarla ahora? ¿Qué nadie la encontraría?

Observó a esos dos pequeñitos, que estaban abrazados uno al lado del otro. No tenían buen aspecto, no sabía ni siquiera que tipo de cuidados debían estar recibiendo los bebés.

Sí, la señora era muy mayor, la niña muy pequeña, pero los otros cinco varones que habían en la casa, podrían haber cooperado un poco más en los cuidados de los niños.

Se notaba que estaban sucios, no sólo su piel, sino también su poco pelito se veía descuidado. Y las mantas esas dónde dormían... Dios, olían muy mal.

Suspiró y negó con la cabeza, cerrando los ojos. Ella no tenía idea de cómo cuidar bebés tampoco, pobres pequeños.

Vio que uno se comenzaba a mover, y no tardó en comenzar a llorar.

—Ey ¿Qué tienes? —le dijo en un tono suave, tomándolo en brazos—. ¿Tienes hambre? ¿Te duele la panza? No sé muy bien como se hace esto, pero mi mamá decía que cuando un bebé llora, es porque tiene hambre o le duele la panza.

Le acarició suavemente la panza, y el pequeño se quejó apretando los puñitos, encogiéndose en los brazos de ella, antes de empezar a llorar.

—Sí, creo que tienes cólicos. Tranquilo, todo está bien —pronunció acostándolo contra su pecho, acariciándole la espalda.

North entró en ese momento, luego de escuchar que el bebé lloraba, y la observó en silencio.

—Tiene gases, por eso llora.

—Creí que tenía hambre, aquí te traje un poco de leche —le dijo dejando en el suelo un tazón de madera.

—¿Cómo tú pretendes que le dé eso a los bebés?

—Con esto —le dijo dejando una cuchara dentro.

—¿Cómo voy a darle la leche con una cuchara? ¡Busca un biberón!

—No sé que es eso —pronunció indiferente, tocando a la bebé para ver si estaba bien.

—Son tan bestias, que me sorprende que estas dos criaturas hayan vivido un mes con ustedes.

La miró y le gruñó en advertencia, sin lograr atemorizar a Natalie.

—Es la verdad. Mira a estos bebés, no saben lo que es el agua. Dios ¿Mínimo los lavan cuándo hacen sus necesidades?

—Los limpiamos.

Apretó los dientes y cerró los ojos por un momento, contando internamente hasta diez para no insultarlo.

—Ve y tráeme agua.

—¿Para qué?

—¡Pues para bañar a estos niños! Y no me vayas a traer agua fría, North. Entíbiala antes.

—No, no pueden bañarse aún, son muy pequeños para hacerlo.

—Pero que carajos dices, que higiene de mierda tienes. Si tú quieres que yo cuide a los bebés, no me cuestiones y ve a traerme agua tibia para bañarlos. Y si tienes jabón, lo cual dudo, tráelo también. Y sobre todo, tráeme algo limpio para ponerles.

Ahora lo entendía, Dios la había llevado allí para hacer una obra de bien con esas dos criaturas. Y eso que ella no era religiosa, pero no le encontraba otra razón sino.

—Descuida, pequeño, en un ratito te sentirás mucho mejor —le dijo en un tono bajo, acariciándole la espalda.

🌑🌑🌑

"—Le está haciendo mal, por eso llora.

—Llora porque le da miedo lo desconocido, y eso es el agua —le dijo lavando suavemente el cuerpo del niño.

—Suficiente, sácalo del agua —gruñó.

—No seas bruto, North, te digo que esto no le hace nada malo.

—¡Sácalo!

Lo miró y frunció el ceño.

—Tú me vuelves a gritar, y me voy. Y me vale mierda si me agarra uno de esos otros salvajes ¿me oíste?"

Observó a los dos bebés, sorprendido. Era la primera vez que ellos dormían toda la noche sin despertarse y llorar. Y no sabía se debía al baño que Natalie le había dado, o al hecho de que ella estaba durmiendo en medio de ambos.

Sus hijos se veían muy a gusto con ella.

Y sí, ella tenía razón, ellos no tenían idea de cómo cuidar a un bebé. Su hermano era un macho joven de dieciséis años, y sus otros cinco hijos eran muy pequeños para saberlo.

Kaela y Biel tenían doce años, Blake once, Zarek siete y Cala cinco.

Vio a su hija moverse, y cuando comenzó a quejarse, Natalie rápidamente abrió los ojos, acostándola sobre su pecho, palmeándole suavemente el trasero.

—Sh, sh, duerme.

—Quizás tiene hambre.

Abrió los ojos y miró a North, antes de bostezar.

—Okay, tráeme un poco de leche, y que esté tibia esta vez.

Cuando él se fue, se sentó y se recostó su espalda contra la pared, acariciándole la espalda y el cabello a la niña.

¿Quién lo diría? No tenía el cabello castaño como ella había creído, era pelirroja como su padre. Si ese idiota la hubiese bañado antes, lo habría sabido apenas la vio, como el niño, que era rubio.

...

NorthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora