Capítulo 6.

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Hael

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Hael




—¡¿De qué está hablando?! — Gritó histéricamente mirando mis facciones aburridas — ¡No puede hacer esto, se perderán millones de dólares!

Yeong Miyon, la última chica con la que tuve una cita a ciegas, estaba a punto de matarme. Eso era mi culpa, recientemente había roto el acuerdo que hice sobre proponerle matrimonio. No iba a mentir, la chica era agradable, teníamos cosas en común y lo que era aún más importante, su padre era el dueño de grandes empresas en Seúl, o al menos antes era lo más importante, porque ahora lo único que de verdad necesito son los hermosos ojos de mi pequeña morena, mi hermoso ratón.

—Dami—Llamé a mi guardaespaldas quien se acercó con una cínica sonrisa—¿Estoy sorda o esta niña acaba de levantarme la voz?

La mujer sonrió aún más, pareciendo aquel gato de Alicia en el país de las maravillas—Sí señorita, le alzó la voz.

Arrugué la nariz con disgusto antes de voltearme hacia la rubia que me esperaba altanera. El único ruido que se oía en la habitación eran mis pasos mientras me acercaba peligrosamente a ella— ¿Con quien crees que estás hablando?¿Con tu madre? —Hice una mueca pensativa—Oh, es cierto, está muerta.

La niña me miró con los ojos entornados y tratando de asimilar aquella información y luego estalló en un ataque de ira.

—¡Maldita psicópata! — cachetada— ¡¿Qué quieres decir?!- cachetada — ¡¿Donde está mi madre?!

Me tambaleé hacia atrás por la sorpresa y la miré con lentitud.

—¡Señorita El!

—Aléjense —Tomé mi mejilla con dolor, la maldita pegaba fuerte, seguramente me quedaría un moratón — ¿Quieres saber dónde está la perra de tu madre, maldita zorra? — Fui a ella tan rápido que no le dio tiempo de moverse y tomé su cuello entre mis manos con la ira burbujeando en todo mi ser— Yo la maté, ¿Creíste que nunca me daría cuenta de que estaba robando a mi empresa por medio de este estúpido acuerdo que le permitía ingresar a sus empleados? —Gruñí —Por su maldita culpa tuve que retrasar la entrega que tenía para unas semanas, ¿Sabes cuanto dinero perdí?¿Mh? ¡Millones!

—¿M-mataste a mi madre? —Me miró horrorizada — Eres una enferma, definitivamente no voy a casarme contigo.

—Oh, no, que doloroso— Hice una mueca apretando más su cuello— ¿Eres una retrasada mental o algo por el estilo? Vine a decirte que no me casaré contigo. No puedo casarme con una muerta.

Sonreí macabramente hacia ella. En su rostro apareció esa expresión, esa que me encantaba cada vez que se asomaba por el rostro de una persona. El miedo y el pánico total, seguido de las palabras que nunca me cansaría de escuchar.

The mouse and the cat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora