—¿Qué quieres decir?—bramó furioso el hombre—¿Carla Grogheolo? ¡¿Quien carajos es esa zorra?!—gritó arrojando todo lo que había en su escritorio a los hombres temblorosos y con caras de haber visto al diablo que había en la puerta de su despacho, no entendía de donde había salido un miembro más de la familia Italiana, puesto que los había mandado a asesinar uno por uno, desde el pariente más lejano hasta el líder de la familia, Emiliano hijo de puta Grogheolo, no tenía nada personal en su contra, solo eran negocios y dinero, mucho dinero—Necesito matarla, Italia debe pertenecer completamente a los Chong.
Maneska, la inútil mujer a la que había enviado a asesinar a aquel hombre tampoco había salido con vida, lo que le resultó en que no se enteró del descubrimiento de aquella en el que anciano tenía una nieta que había estado entrenando desde muy chica y tenía conocimiento de cada pequeño movimiento y cada cifra que existía en los negocios de su abuelo, el hombre sabía que en cualquier momento podía ser asesinado así que dejó su único seguro a flote. Tampoco era como si Chong pudiese sacarle información a los hombres del viejo sobre la niña, porque todos estaban muertos, aunque claro, él no sabía que se trataba de una pequeña de diez años y estaba buscando la manera de quitarle la vida a una mujer de al menos 35.
La pequeña Italiana estaba rumbo a Corea del sur mientras repasaba algunas lecciones básicas del idioma con una cara de concentración, llenando de ternura a las azafatas de aquel jet privado quienes pensaban que la niña era hija de la dueña del mismo, puesto que ambas parecían tener ascendencia coreana, esto también confundió a los guardias por algunas horas hasta que la niña les explicó inteligentemente que su madre era Coreana mientras que su padre era quien llevaba la sangre de los Grogheolo.
Su aterrizaje fue sano y fue llevada siendo seguida por varias camionetas a la casa de la madre de Hael, quien los recibió con un rostro de absoluta felicidad por tener un pequeño en casa después de tanto tiempo.
—Oh, pero mira que linda eres—pellizcó sus mejillas—Pareces de ocho años, ¿Cuántos tienes?
La niña la miró asustada, no entendía que le estaba diciendo aquella mujer y buscó ayuda en todos los guardaespaldas que tenía detrás, pero estos solo miraban al frente con una cara seria, eso la asustó aún más.
—Yo...coreano, no—dijo como pudo, con las mejillas coloradas por la vergüenza, definitivamente debía aprender rápido el idioma.
—Ella no sabe coreano madre—dijo un pequeño rubio apareciendo de la nada—Hi, my name es Yang-an—le tendió la mano con una sonrisa y Elliotte pudo respirar tranquila.
Por lo menos no estaría sola todo el tiempo.
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The mouse and the cat.
Teen Fiction«¿Quien es la presa? ¿Quien es el cazador?» Kang Hael pensaba que no había nadie tan encantado con alguien como ella lo estaba por esa coreana de ojos oscuros y tímidos. Las múltiples heridas en su cuerpo y su inhabilidad de hablar le advirtieron ta...