Capítulo 13.

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La mañana siguiente de aquella escandalosa noche fue algo intensa, primero que todo porque me desperté cansada, segundo porque parecía ser que estaba lloviendo e iba a ser un día bastante trágico para mi piel. Y tercero, pero por supuesto, no menos importante, desperté con la cabeza de mi prometida entre mis piernas, bajo las cobijas de seda.

La pelinegra parecía concentrada en lo que hacía, y vaya que lo hacía bien, un gran gemido se escapó de mi boca al sentir como agarraba mis muslos y separaba aún más mis piernas para acomodarse mejor, parecía ser que esperaba a que me despertara porque en cuanto me vio a los ojos su lengua aterrizó en mi coño y empezó a lamer mis labios.

-M-mierda...

¿Qué clase de bendición era aquella?

Narrador

Seul era una jodida adicción, cada lamida que daba en su mojado centro hacía que soltara un delicioso gemido, juró no haber escuchado algo tan malditamente caliente en su vida antes. Agarró aún más fuerte sus muslos, probablemente dejando marcas y chupó su clítoris alzando sus hermosos ojos marrones ojos para mirarla. La vista casi hace que sea ella quien se corra; el cabello de su mujer estaba despeinado con una de sus manos echándolo para atrás, sus mejillas rojas, labios entreabiertos y sus ojos la miraban fijamente mientras gemía como una pequeña puta.

-¿Te gusta lo que te hago, pequeña? Dilo.

Chupó más fuerte sacando un gran gemido de su parte, bajó un poco con su lengua a su entrada y la introdujo lenta pero profundamente, sabía tan bien que dolía no haberla probado antes.

-S-sí...me gusta, me gusta

-Así, estás tan mojada como una cualquiera, ¿Quieres que te folle con mis dedos? Si es así vas a tener que pedirlo como una buena chica.

La menor abrió sus ojos que anteriormente había cerrado dejándose llevar por el placer y la miró, mordió su labio y jaló de su cabello hasta llegar a su rostro sonrojado, poco pudo observar antes de tomar sus labios en un beso mojado y sucio, chupando su lengua y agarrando sus caderas con posesividad.

-Quiero que me folle, señorita Kang, y que lo haga muy fuerte y de forma tan sucia que no tenga energía para ir a trabajar más tarde

La pelinegra se quedó sin aliento mirándola por el apodo que usó, esa mujer era tan caliente y actuaba como una necesitada en la cama, justo como le gustaba que fuera. Al instante llevó dos de sus dedos a su necesitado coño, solo jugando con ella, los paseaba por toda su extensión empapándolos de sus jugos, luego bajo su mirada los llevó a su boca y los probó con un gemido, mientras la menor la miraba con deseo.

The mouse and the cat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora