Capítulo 20.

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Las tardes en Seúl eran ciertamente frías, caía algo de nieve y las personas andaban en su propio mundo, algunos en familia y otros solos, tal como era el caso de Hael, andaba por las calles con un gran abrigo, su nariz estaba roja y sus manos congeladas a pesar de que llevaba guantes sobre ellas, había pasado poco más de una semana desde que Seul había sido ingresada al hospital y no encontraba consuelo en ninguna parte, los doctores afirmaban que solo se trataba de una neumonía pero no sabían por qué no despertaba. En el trabajo la extrañaban, puesto que en poco tiempo se había convertido en una de las mejores abogadas de su firma llegando a liderar en ella, estaba tan orgullosa cuando se lo contó que el recuerdo le sacó una pequeña sonrisa.

Se sentó en una pequeña banca mirando hacia algunos niños que jugaban en la nieve, habían algunas madres alrededor y pensó en que quizá debería llevar allí a Elliotte, la pequeña se la pasaba encerrada estudiando el idioma, intentó sacarla algunas veces pero era inútil, la niña era terca y decía que no pararía hasta saber como comunicarse correctamente. No la culpaba pues era ciertamente parecida a ella, además, la pequeña debía prepararse para tomar mando de su familia, aun siendo el único miembro vivo de esta.

Por otro lado, su mejor amiga seguía sin aparecer, mandaba sus agendas, se encargaba de las reuniones y las cosas que ella necesitaba pero no había visto su rostro desde hace un mes y eso empezaba a cobrarle factura, nunca habían pasado tanto tiempo separadas.

Siguiendo aquel hilo, parecía que todo el mundo de repente se había vuelto gris, Yul, su mano derecha parecía estar enfermando también aunque no con tanta intensidad, y aunque no debería permanecía todo el día fuera de la habitación de su novia esperando a que esta despertara.

—Aquí estás— escuchó un murmullo a su alrededor y vio una señora regañando a su pequeña de aproximadamente cuatro años— Te he estado buscando Yiren, no deberías irte tan lejos.

—Mami—dijo la pequeña niña con gran emoción —Son los carros de la policía, mira.

Hael levantó la mirada y se encontró con lo que decía la pequeña, habían dos carros grandes de la policía llegando cerca, demasiado cerca de ella para su gusto.

Empezó a sospechar que algo andaba mal cuando los oficiales que bajaron de este se acercaron a ella escaneándola con la mirada, antes de que una mujer vestida completamente de negro y con el cabello hasta la cintura se acercara con un aura intimidante que contrastaba con la suya, creando un tenso ambiente que hizo evacuar el parque en menos de dos minutos.

—Kang Hael—Saludó la mujer con una sonrisa totalmente falsa—Estás arrestada por asesinato y secuestro de menores.

Miró detalladamente la cara de aquella mujer, o lo que podía observar ya que esta llevaba un tapabocas y gafas negras que lo impedían y soltó una risa que le salió profundamente del alma.

Haneul estaba eufórica, después de tantos años por fin podía pronunciar aquellas palabras por las que hizo todo aquel arduo trabajo, por ello en cuanto se le fue entregada la orden de arresto no pudo esperar un momento más y fue directo a arrestar a aquella mujer despreciable.

—Puedes reírte todo lo que quieras Kang, pero es real—la pelilarga mostró la hoja ante Hael quien no dejaba de reírse—Espósenla. Ya sabes toda la mierda de que lo que digas será usado en tu contra, así que ahorrémonos eso.

Hael se levantó, quedando notablemente más alta que la contraria, se acercó mirándola fijamente con una sonrisa, contrario a lo que pensó Haneul no se echó para atrás y quitó sus gafas mirándola de igual manera lo que la hizo sonreír más. La policía no pudo evitar fijarse en aquella sonrisa diabólica y algo se revolvió en su interior.

The mouse and the cat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora