capítulo dos

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Me desperté temprano, específicamente a las cinco de la mañana para mi rutina diaria de entrenamiento que era trotar. Me servía bastante para calentar y sobre todo despejarme, necesitaba eso bastante para poder comenzar hoy con el partido de entrada. Salí con botella en mano y una cola en alto, trotando por las calles de Japón, troté unos 30 minutos y fui a la tienda de gasolinera más cercana, buscando una barra energética, pero no cualquiera, una específica.

¡De chocolate blanco!

Eran mis favoritas, sabían deliciosas. Caminé por los pasillos y cuando la encontré, sonreí victoriosa. Ya podía saborear el dulce sabor, el increíble chocolate derritiéndose en mi boca con las chispas de chocolate. 

Pero toda la magia se desvaneció, cuando alguien de un movimiento rápido me lo quitó, fruncí el ceño y vi a un chico alto, moreno, con una sonrisa descarada.

—Disculpa, era la última. 

Infllé las mejillas de rabia, así que en un pestañeo le quité la barra, y este me miró frunciendo también el ceño, sonreí victoriosa.

—¿No te enseñaron a respetar, bonita? 

—¿Ese es tu mejor insulto grandulón?

Los dos nos miramos con odio, y comenzamos a forcejear por la barra, hasta que cayó lejos de nosotros. Nos miramos mutuamente y comenzamos a correr a esta, me miró y gracias a eso se desconcentró, y yo la tomé, sonreí alzándola.

—¡Es mía! 

Me la arranchó, pagó rápido y abrió mordiendo, sonriendo victorioso.

—Para la próxima, niña linda.

Me guiñó un ojo mordisqueando, a lo que yo di una patada al suelo frustrada, suspiré para calmarme, así que sólo fui al mostrador donde estaban las barras para coger una triste y aburrida barra sabor chocolate normal.

—Tu nombre.

No había estado ni 5 minutos con él y ya tenía su molesta voz en mi cabeza, volteé dando una sonrisa hipócrita, mostrando mi mejor sonrisa y mis dientes.

—¿Te interesa? Creo que no, porque estás comiéndote mi desayuno.

Señalé la barra de chocolate blanco, a lo que este pegó otro mordisco mirándome, abrí la barra sentándome lejos de él, sin mirarlo, este solamente alzó la cabeza.

—Por algo pregunto, dímelo o te quedarás como bonita.

Reí sin ganas, negando tomándome la cabeza con la otra mano, tratando de no perder la poca paciencia de que mi preciado desayuno haya sido arruinado por un desconocido que tras eso, tiene el atrevimiento de comerse el desayuno en mi cara.

—Soy Raquel, Raquel Walker. —Le dije, sin muchas vueltas. —¿Feliz?

Pareció procesar unos segundos mi nombre, para luego volver a mirarme, enarqué una ceja, preguntándole si había algún problema. 

—No eres de aquí, ese apellido no es muy común.

No le quería dar ningún detalle, así que doblé la apuesta cambiándole de tema, preguntando por él ahora. 

—¿Cuál es el tuyo?

Este sonrió de lado, como si estuviera satisfecho.

—¿Eres mi fan?

—Ya quisieras.

—Soy Daiki, Daiki Aomine.

Lo miré por primera vez a los ojos, penetrándolo con la mirada.

—¿Juegas básquet?

Su pregunta me confundió, ladeé la cabeza para luego asentir.

—Tienes buenos movimientos, pero sigues siendo una novata.

Apreté mi mano, me paré caminando hacia él, sonriéndole dulcemente, este se confundió, parándose recto. 

—Disculpa. 

Me miró confundido.

—¿Disculpa?

Le pegué una cachetada poniéndome de puntillas, este se tomó la cara ofendido.

—A mi no me vengas a faltar el respeto, desconocido, esta vez no te di fuerte, pero la próxima te doy peor.

Caminé a pasos agrandados, pagando. Abrí la puerta cubriéndome del frío, pero escuché un grito junto con una risa. 

—¡Adiós novata!

Volteé mirándolo enojada.

—¡Tu madre!

Volteé, caminando más rápido directamente a mi casa, enojada, que hombre para más arrogante, pero sí:

La barra estaba rica, ¡pero hubiera sido mejor la de chocolate blanco!

Suspiré, pero bueno, no importa, no iba a volver a caer en un juego de niños peleando por una barra insignificante.

Entré a mi casa, bañándome. Para luego sentarme en el tocador, mirándome al espejo, sonreí leve.

—Tú puedes Raquel, sé que eres capaz.

Exclamé, tomé mi chompa, y bajé a la cocina abriendo la refrigeradora: agarré una gelatina de café, a un amigo mío le encanta y me pasó su obsesión. Comencé a comerla yendo hacia el colegio, metida en mis pensamientos escuchando música.

—Hola. —Volteé un poco alamarda, hasta que vi a Kuroko, suspiré calmada. —Hola Kuroko, ¿cómo estás?

—Atrás tuyo.

Eso me estremeció, sonreí un poco incómoda.

—Me refiero, de estado de ánimo. 

Este tomó su mochila, caminando un poco más despacio para estar a mi nivel. 

—Ah, bien, emocionado por el entrenamiento.

—No sabía que te gustaba el básquet.

—¿Me subestimas por mi tamaño?

Preguntó, un poco más serio, a lo que negué enseguida. 

—Jamás haría eso.

Este pareció relajarse, sonriendo levemente. Vio la gelatina de café y sonrió completamente.

—¿Quieres?

—Sí.

Este iba a tomar mi cuchara, pero yo mismo la tomé y se la di en la boca, este me miró sorprendido, y cuando iba a decir algo, sólo dijo:

—Gracias, nadie ha hecho conmigo algo así.

Sonreí enternecida.

—Pues consideráme tu primera amiga.

Este lo pensó un poco, para luego asentir.

—Pues bien, consideráme también tu primer amigo.

—Ese puesto lo tenía Kenzie, pero está bien, lo eres.

Los dos estrechamos manos y seguimos nuestro camino.

Hobbie [Daiki Aonime y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora