capítulo cuatro

392 34 10
                                    

Él me miraba con sus manos en su bolsillo, a lo que extendió su mano, y yo dudosamente la apreté, ¿será que la otra vez solamente me llevé una mala impresión?

—No te preocupes, ¿dónde quieres mi autógrafo? —

Ya sabía yo.

Rodeé los ojos, ignorándolo yéndome hacia la sección de chocolate, buscando mi barra de chocolate energética, obviamente, de chocolamente blanco. 

—¿Me estás ignorando?

Sonreí divertida dándole la espalda, y cada vez que se acercaba, yo me iba, y así sucesivamente. Hasta que se puso en frente mío, mirándome seriamente. Yo fingí no verlo y aparenté que los precios de las papas fritas eran algo interesante que ver en vez de Aomine, a lo que pareció fastidiarle ya que lo escuché gruñir.

—¿Ya terminaste?—Me decía apoyado en la pared, cruzado de brazos, pasé a un lado de él.—¡Ya Raquel!

Es impresionante lo alto que era, ya que con sólo una mano pudo tomar mis dos manos, haciéndome que lo mire instantáneamente, lo miré irritada. 

—Eres insoportable, Aonime, y eso que nos conocimos ayer, ahora, ¿puedo comer mi barra enérgetica en paz?

Fingió pensarlo, para después soltarme, me senté en una de las mesas de la gasolinera comenzando a anotar las cosas que Aida me había dicho. Él me miraba aburrido.

—Me sorprende a mi que sigas intentando jugar baloncesto, te ves demasiado débil.

Solté el bolígrafo, mirándolo indignada y cansada, ¿y esté que?

—¿Bueno y quién te crees tú como para decir eso, acaso eres de la generación milagros o qué?

—¿Qué pasa si lo fuera?

Parecía que le divertía la situación, puesto que se acomodó en la silla, sacándose la chompa azul que siempre le veía puesta. Lo miré confiada.

—Igual te destruiría, cueste lo que cueste.

—¿Estás segura?

Su seguridad me enervaba la piel.

—Tómalo como una promesa, imbécil.

—Bien, ya te quiero verte intentarlo, bonita.

—¡Que ya sabes mi nombre, es Raquel!

—Eres igual de insoportable, Raquel.

—¿De quién habré aprendido?

Este me miró enojado, para luego salir cerrándome la puerta en la cara cuando iba detrás de él. Salí fastidiada de la gasolinera, caminando hacia mi casa, voy a dejar de ir a ese establecimiento con tal de no volvérmelo a topar.

¿Quién se creía ese imbécil? Dios, su simple presencia era desastrosa, era arrogante, era molestoso, era increíblemente...

¡Odioso!

Pero no me importa, lo voy a destruir, le daré en todo su maldito ego el hecho que ser mujer no te impide poder jugar básquet.

Lo voy a destruir, cueste lo que cueste.

Hobbie [Daiki Aonime y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora