capítulo quince

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Estaba sentada en la mesa apoyada escuchando las conversaciones que tenía el equipo entre ellos, sinceramente no podía dejar de pensar en lo que me había dicho Kenzie, ¿cómo se supone que digiera eso? No era posible, era simplemente imposible, inmoral, y sobre todo:

Ilegal.

Sé que no me creyó, pero tampoco insistió y eso lo agradezco bastante, me levanté de la mesa, dirigiéndome al baño para ir a despejarme un poco, me tomé la cabeza desesperada.

—No me mientas. —Me asusté sobresaltándome al ver a Aida apoyada en la puerta.—Raquel, tú me estás asustando a mi, ¿qué es lo que ocurre? Has estado distraída en los entrenamientos, y tú no eres así.

Me quebré, a la abracé fuertemente contándole todo, desde principio a fin, no podía, tenía miedo, auténtico miedo, merecía poder confiar en una persona.

—No dejes que te asuste, probablemente ella lo hizo solamente para asustarte, ¡vamos! ¿qué ocurre? Tú eres Raquel, nadie te puede derribar.

Me animó limpiándome las lágrimas, me reí levemente por como quería imitar la voz de una presentadora, me sonrojé leve, esta me volvió a abrazar.

—No estás sola, ¿si? Me tienes a mi, tienes al equipo, si tenemos que pegarle, lo haremos.

Sonreí bastante aliviada, para luego asentir limpiándome las lágrimas. Salimos del baño hablando, cuando pasamos, Aida empujó del hombro a Mackenzie, la miré sorprendida y un poco indignada.

—Lo siento, es que la basura no se ve bien.

Me tapé la boca, aguantándome la risa, Aida sonrió y me tomó del brazo jalándome. Cuando salimos del entrenamiento, fui a la gasolinera a comprarme un café cargado, dejé mi botella de agua en la mesa, después de pedir la orden, cuando sentí que alguien tomaba mi hombro.

—Ya te había comenzado a extrañar.

Sonreí al escuchar la voz, alcé mi mirada y me topé con sus ojos azules, mordí mi labio inferior y no pude soltar una risa nerviosa, me incorporé.

—¿A cuántas más les dices eso, eh?—Tomé mi café, sentándome dando un sorbo, él imitó mi acción sentándose a lado mío.—Claro, puedes sentarte.

Él asintió confiado, y extendió sus brazos recargándose.

—¿Crees que soy de esos?

Se ofendió, tomando el café que había pedido, hizo una mueca de asco.

—Está demasiado dulce, está imposible de tomar Raquel. 

Hizo una mueca asqueado señalando el café, tomando una de las servilletas que venían con el pedido, lo miré sonriendo.

—Corección.—Lo señalé con el dedo. —tú eres un amargado, eso no es mi culpa.

Se tomó la barbilla, para luego soltar una risa mirándome atentamente.

—Tengo el presentimiento que comienza la acción.

Fruncí notablemente el ceño, sin entender muy bien a que se refería.

—¿Qué?....

Me tomó de la mano, dejando el café en la mesa tirado, ¡había pagado por ese café, mi dinero había sido tirado!

—¡Oye, mi café!

Comenzó a sonar truenos, dando aviso que iba a comenzar a llover, comenzamos a correr hasta un colegio el cual no reconocí, miraba atentamente alrededor tratando de reconocerlo.

—Aomine.

Una chica se paró al vernos, más con las manos agarradas, la solté y me asusté, no quería que se llevara una impresión equivocada.

—Tú debes ser Raquel, ¿no es así?

La miré, era una chica con cabello rosado, era sumamente atractiva, me sentí hasta un poco intimidada. Asentí sonriendo un poco incómoda.

—Me han hablado de ti, un gusto, soy Momo.

Estreché las manos, sonriendo, se veía agradable.

—Nos vamos.

Aomine agarró de nuevo mi mano, me despedí de Momo y esta me regaló una sonrisa junto con un guiño.

—¿A dónde vamos? —Pregunté curiosa. —Responde o te demandaré.

—A que te relajes.

Me tiró una chompa de él enorme con capucha, él se colocó la suya, y cuando comenzó a llover, me empujó, haciendo que me caiga mojándome.

—¡Oye!

Me puse de pie, notablemente enojada y comencé a perseguirlo por las calles, solté una risa al verlo con el cabello mojado, lo mojé pisando un charco. Reí tapándome la boca corriendo, dirigiéndome a un callejón escondiéndome, tapándome la boca.

Lo vi pasar de largo, así que aproveché para salir, pero me arrepentí cuando me acorraló.

—¿A dónde ibas?

Tragué en seco.

—A la mierda, ¿y tú?

—Ya voy ahí todos los días.

Contestó divertido, me extendió una lata de cola.

—¿Y esto?

—Tú hazme caso.

La agitó, a lo que yo hice lo mismo, la abrimos y salió espuma, a lo que chocamos como si fueran cervezas y comenzamos a tomarla hasta el fondo, me reí cuando le quedó espuma en la nariz.

Al final del día, terminamos en un restaurante de hamburguesas; teriyaki, eran las favoritas de Aomine.

—¿Estás relajada?

Asentí dándole una mordida a la hamburguesa.

—¿Cómo sabías que estaba así?

Se encogió de hombros.

—Me doy cuenta de lo que me importa.

Sonreí bajando la mirada, y para aliviar la tensión le lancé una papa. Este correspondió, y extendí una papa, y la mordió mirándome.

Ahí fue cuando comencé a sentir las famosas mariposas en el estómago.

—¿Por qué hiciste todo esto?

Este se encogió de hombros, para luego reír levemente.

—Si me voy a morir mañana, quiero estar seguro de que haré las cosas bien.

Enarqué una ceja, para luego sonreír, y tomar lo poco de cola que había dejado.

—Entonces, si tú dices eso...

Lo tomé de la mano, jalándolo, este reía llamándome pero yo simplemente lo ignoré, me saqué la chompa y el moño, mojándome toda disfrutando de las gotas de lluvia que caían bruscamente en mi rostro. Este siguió mis acciones e hizo lo mismo. 

—Vamos, tenemos que jugar un partido de básquet.

Asentí, y fuimos hacia el parque, comenznado a jugar un partido, pero lo hacíamos sin reglas alguna, solamente anotábamos y bromeábamos. Luego de media hora, estábamos sentados en una banca viendo la luna.

—¿Crees que recordarás este día?

Pregunté algo nerviosa, mirando mis pies.

—Más de lo que crees...¿y tú?

Asentí, devolviendo su respuesta.

—Mas de lo crees.

Imité su respuesta, y este lentamente enredó su brazo, abrazándome amistosamente.

Hobbie [Daiki Aonime y tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora