Libro 2 de la saga "Amores que duelen"
Ineffable: aquello que no puede ser expresado con palabras
No estaba destinada a casarme con él.
Yo soy el nuevo sacrificio que debe casarse con el solitario lobo feroz. Pero al contrario de lo que todo mundo...
Parpadeé una y otra vez, tratando de abrir los ojos, pero el dolor punzante y el continuo latido en mi cabeza solo me estaba molestando. Mi cuerpo protestó cuando traté de levantarme. Abrí los ojos de golpe
¿En dónde demonios estoy?
La habitación frente a mis ojos esta oscura, una sola vela ilumina solo la mitad de la habitación, dándole una sensación tenebrosa al lugar, el silencio sepulcral me hizo doler aún más la cabeza, mi corazón comenzó a latir como loco cuando por fin mi mente pudo comprender que estaba corriendo peligro
El repentino recuerdo de todo el accidente de auto, del sonido del auto al frenar de golpe, de las luces parpadeantes, los gritos de mis acompañantes en el auto y la extraña sombra que me sacó del auto me hacen entrar en un trance de pánico
Adrián
Debe de estar perdiendo la cabeza, olvidando mi propio dolor, me levanté del colchón inflable en el que estaba acostada y caminé de forma lenta, pero segura, sacudí la cabeza para despejar mi mente y aclarar mi vista. La enorme puerta frente a mí me hizo sentir un escalofrío. El duro metal de lo que estaba hecha y las tres cerraduras en ella me hicieron hiperventilar. Estoy atrapada. Encerrada en una habitación o sótano, sin luz, sin comida, sin agua y sin nada que me pueda asegurar que estaré bien o que me dé una pista de quien fue la persona que me encerró aquí
—¡¿Quién está ahí?!—grité, golpeando con todas mis fuerzas la puerta
La desesperación comenzó a recorrer mi cuerpo, mi corazón comenzó a bombear con más fuerza, más veloz, más asustado por la realización, por el peligro en el que estaba. Mi garganta comenzó a arder por la fuerza de mis gritos, por la desesperación de lo desconocido
—No deberías de gritar—volteé a ver a la pequeña voz que llegó del fondo de la habitación—Al monstruo no le gustan los gritos
Me quedé estancada en mi lugar cuando mis ojos y los ojos de la pequeña hicieron contactos, había un enorme hematoma en su mejilla izquierda y su rostro estaba cubierto de suciedad. Un simple vestido de trapo que en definitiva había visto días mejores cubría su pequeño cuerpo
—¿Quién eres?—pregunté, susurrando, porque tampoco quería que la nena se asustará. Ladeó su cabeza y se encogió de hombros—¿Cómo te llamas?—parpadeó, como si no entendiera el concepto de tener un nombre—Yo soy Irina, ese es mi nombre—frunció el ceño y se encogió de hombros
—El monstruo me llama chango—tragué saliva ante sus palabras. Abrí la boca, lista para decirle que ese no era un nombre, jamás lo volviera a repetir, cuando se escucharon pasos, ella regresó a esconderse en el armario—Debes de esconderte, si el monstruo te atrapa, va a enojarse—susurró, pero antes de que siquiera tuviera la oportunidad de esconderme, la puerta se abrióde golpe
—Pero si la princesa ha decidido despertar
Negué con la cabeza cuando escuché esa voz. No podía ser verdad. Estaba en una pesadilla. No podía ser real, porque si lo era, eso solo significaba que yo era una idiota. Que yo misma me había engañado y me había inventado todo un cuento de hadas cuando no era así
—No. No es cierto—susurré, dándome media vuelta
La sonrisa de la mujer frente a mí solo me hizo llorar
No era una pesadilla
Era verdad
Soy una idiota
—Mamá, no...—susurré, tragando saliva, tratando de eliminar el nudo de mi garganta
—¿Mamá? ¡Oh, Irina! Eres tan ingenua, yo jamás lastimaría a un hijo mío—se llevó una mano al pecho e hizo un puchero—Preferiría morir antes de ser tu mamá, niña
—¿Por qué me estás tratando de esta manera? ¿Yo que te hice?—sollocé. Respiró profundo y entró a la habitación
—Supongo que nada, pero los hijos siempre deben de pagar por los pecados de sus padres—se sentó en la única silla disponible en ese lugar, miré la puerta—Ni lo intentes querida, hay cientos de hombres fuera de este lugar, volverán a atraparte y entonces no solo tú pagarás, sino también tu esposo y ese horrible niño que llevas en el vientre—negué, porque no podía ser real
—No estoy embarazada—no puedo estarlo
—¡Ay, Irina, por Dios! Eres una estúpida. ¿Los mareos que has tenido, las náuseas y los malestares? ¡Bingo, niña! Todos son síntomas de un embarazo—negué, soltó un suspiro exagerado y volcó los ojos. Sacó un sobre y lo arrojó a mis pies—Mandé hacerte un análisis mientras estabas inconsciente. Resulta que yo tenía razón. Felicidades, futura mamá
—No, no puede ser. No es verdad—agarré el sobre con desesperación. No, no, no, no. Me desplomé sobre el suelo, negándome a aceptar la realidad. Un enorme bloque se instaló en mi pecho, privándome del aire
—Los hijos siempre pagan por los pecados de sus padres, quien diría que pagarías de la misma manera que tu madre. Obligada a dar a luz sola y cuando tu hijo nazca, te lo arrebataré y jamás lo verás crecer
—Adrián va a encontrarme
—¿Lo hará? Ay, Irina. Adrián y Emmy siempre han estado destinados a estar juntos. Sin ti en la página, ellos volverán a ser lo que eran antes. La pareja más poderosa—sonrió de forma soñadora. Se levantó de la silla, golpeó la puerta del armario, haciendo que la pequeña gritará y se acercó a la puerta
—Dijiste que tú no eres mi mamá, entonces... ¿quién lo es?
—Hace muchos años me enamoré de un gran hombre, hice hasta lo imposible por ponerme en su radar, pero él no quería tener una familia o un compromiso, así que mi padre me obligó a casarme con él bueno para nada de Scott. Me embaracé de Emmy, pero yo seguía manteniéndome en su radar, esperando mi oportunidad—la sonrisa soñadora que tenía se borró y el rencor volvió a su rostro—Y entonces apareció la perra de tu madre. Una pobre rusa bailarina de un bar de mala muerte. La pobre idiota lo engañó y se embarazó para poder amarrarlo. Y fui yo quien lo libró de tener que hacerse cargo de ti
—De nada te sirvió, seguiste casada con tu esposo y él nunca te hizo caso
—Quizás no, pero ellos tampoco han tenido un solo día feliz desde hace tantos años
Cerró la puerta detrás de ella. Me levanté, negándome a quedar encerrada un segundo más
—¡Por favor no me dejes aquí! ¡Mamá, por favor, no! ¡Yo no hice nada!
Golpeé con todas mis fuerzas la puerta, haciéndome daño en el proceso, las lágrimas no dejan de salir y los sollozos solo entorpecen mi respiración. Un pequeño cuerpo se abrazó a mis piernas durante unos segundos, antes de ayudarme a golpear la puerta y gritar con todas sus fuerzas
Adrián, por favor, necesitas encontrarnos
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