1. Escena extra

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Escena extra

Irina y Luz: madre e hija

Seis meses después del ser liberadas del secuestro

La hermosa mujer frente a mí me dedicó una sonrisa enorme y se retiró de la habitación, dejándome a solas con la pequeña niña que me salvó la vida dentro de esas cuatro paredes. Respiré hondo, armándome de valor, porque había estado tan enfocada en los mellizos, en Adrián, en mi terapia que había pospuesto demasiado el encuentro entre nosotras. Pero quería asegurarme que no me rompería a llorar o tendría un ataque de ansiedad al volver a estar juntas

Mi psicóloga dijo que podía ser una posibilidad porque, aunque ella me salvó, podía ser la causante de ser un detonante y jamás voy a permitir que Luz se sienta herida por algún comentario o actitud mía

—Puedes hacerlo, Irina, puedes hacerlo—murmuré y abrí la puerta de su habitación

La niña dejó de jugar y sus ojos hicieron un recorrido exhaustivo en todo mi cuerpo, así que, me quedé ahí, mirando y esperando por su reacción. La sonrisa que se formó en su rostro me hizo poder volver a respirar tranquila

—¡Nani, has venido!—se levantó corriendo de donde estaba sentada jugando y se abalanzó a mis pies, abrazando mis rodillas. Cerré los ojos por el alivio y me hinqué para abrazarla con fuerza

—Lucecita—susurré, apretándola más cerca de mí—¿O debería de decirte Alana?—pregunté, porque su mamá me había dicho que le puso el nombre que desde un principio había acordado ponerle. Lucecita se alejó de mí agarre y tomó mis mejillas en sus pequeñas manos

—Yo siempre seré Lucecita. Tú Lucecita y tú Nani, ¿verdad?—me tragué las lágrimas y asentí

Durante las últimas dos horas Luz se encargó de mostrarme su cuarto, sus juguetes, de hacerme pregunta sobre sus bebés, me pidió que le contará historias, y que le prometiera que no volvería a alejarme tanto de ella



Y lo cumplí, durante los años siguientes siempre fui como una madrina para ella. Estando siempre detrás de ella, motivándola a seguir adelante, ayudando a convencer a su padre para que pudiera tener vacaciones con sus demás amigas. Mis hijos y ella se criaron como hermanos, tanto, que, en ocasiones, Danya correría a casa de mi pequeña Luz para pedirle algún consejo sobre un chico o sobre alguna nueva tendencia en ropa. Y Adrián también la trato como si fuera una hija más, abriéndole las puertas de la casa siempre que quisiera, comprando regalos cuando era niña, dejando que lo llamará nino y consintiéndola como si fuera una princesa, de la misma manera en que consentía a Danya. Jamás hizo una distinción entre ella y los mellizos

Porque para mí y Adrián, Luz fue mi salvadora. Mía y de los mellizos y le debíamos todo

 Mía y de los mellizos y le debíamos todo

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