Capítulo 6

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Capítulo 6

—Solo tienes que ir ahí y pedirle dormir juntos, no es tan difícil, Irina—susurré, caminando por la habitación

El sonido del trueno volvió a estallar fuerte y claro, haciendo retumbar un poco el gran ventanal de la habitación. Cerré los ojos y tomé una respiración profunda. Amo la lluvia. La sensación de las gotas cayendo sobre mi piel es reconfortante. Pero los truenos, bueno, esos son otra cosa. Los rayos también me dan miedo, pero no tanto como el sonido que hacen los otros

La puerta de mi habitación es abierta de forma abrupta, Adrián entró, me miró con confusión

—¿Todo bien?—preguntó, asentí y solté un brinquito cuando otro trueno hizo sonar las ventanas—¿Por qué no te acuestas? Yo apagaré la luz—trague saliva, y asentí, incapaz de pedirle que se quedará a dormir conmigo

Se acercó a cerrar por completo las cortinas, encendió la luz de noche de mi buro, esperó pacientemente a que me acostara bajo las mantas y apagó la luz. Lo miré, esperando a que saliera de la habitación

Pero Adrián me sorprendió al empezar a quitarse la ropa, solté un mini grito y abrí los ojos por culpa de la impresión. La suave luz de la lámpara iluminó su esculpido cuerpo. Su espalda quedó al descubierto cuando retiró por completo la camisa. Las líneas duras de su espalda me hicieron babear un poco, antes de que mi atención se enfocará en las cicatrices difuminadas de su espalda. Dos largas líneas estaban en la mitad de su espalda

Bajó sus pantalones, y yo subí aún más las mantas a mi cuerpo. Cubriéndome hasta la nariz, pero sin ganas de querer perderme el espectáculo. Sus torneadas piernas quedaron al descubierto. Al igual que su trasero. Los calzoncillos se aferraban a él como una segunda piel. Mis mejillas se calentaron, y piel comenzó a hormiguear

—¿Qué haces, Adrián?—pregunté, sonando un poco sin aliento

Él volteó a mirarme, y mi respiración se quedó atascada en mi garganta

—Poniéndome cómodo para dormir contigo, solecito

—¿Por qué?—susurré, lamí mis labios cuando mis ojos se enfocaron en su abdomen. Hacía ejercicio. Y eso se notaba en el cuerpo tan esculpido que tenía

Cállate Irina. Me reprendí, porque era lo primero que iba a pedirle cuando entró a la habitación

—Porque le tienes miedo a las tormentas. Y sería un poco brusco pedirte que fueras a mi habitación, así que yo vine a la tuya

Se acercó a la cama, abrió las mantas, se puso cómodo y apagó la luz. Su cuerpo irradiaba calor. Mi estómago se apretó. Quizás por excitación. Quizás por miedo. Quizás por felicidad. Apreté mis manos en mi regazo, tratando de suprimir las ganas de acercarme a él y abrazarme a su cuerpo.

El lado de su cama se movió y antes de darme cuenta, ya estaba entre sus brazos. Cerré los ojos, porque el sentimiento de felicidad y confort que sentí, me hizo doler el corazón

Jamás, en todos mis años de vida, había sido capaz de sentir esta sensación. Este sentimiento de tranquilidad. De felicidad. De paz

—Buenas noches, solecito—besó mi coronilla, y me apretó contra su costado

—Buenas noches, Adrián—susurré, sofocando mis lágrimas y el nudo en mi garganta

[...]

Adrián estaba sentado en el sofá cuando salí de la habitación. Leyendo algo en su celular, dos tazas de café en la mesita. Me volteó a ver cuando mis pasos llamaron su atención. Sentí mis mejillas calentarse, había despertado con todo mi cuerpo entrelazado al suyo, Adrián ya estaba despierto, revisando algo en su celular con una mano, y acariciando mi espalda con la otra. Me quedé ahí por varios minutos más, sintiendo a su corazón latir bajo mi mejilla

IneffableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora