viii. dicen que las cosas malas pasan por una razón

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𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐕𝐈𝐈𝐈
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𝐃𝐈𝐂𝐄𝐍 𝐐𝐔𝐄 𝐋𝐀𝐒 𝐂𝐎𝐒𝐀𝐒 𝐌𝐀𝐋𝐀𝐒
𝐏𝐀𝐒𝐀𝐍 𝐏𝐎𝐑 𝐔𝐍𝐀 𝐑𝐀𝐙𝐎́𝐍








── Lo'aks p.o.v

El haber hablado con Neteyam me ayudó mucho a entender las cosas de otra perspectiva. Y ahora que lo pensaba, tenía razón. Tenía que intentarlo, aunque supiera que las probabilidades de que ella me perdonara eran muy bajas, al menos debía tratar.

Porque ella valía la pena el intento.

Todavía no me sentía listo como para contarle el como me sentía sobre ella, pero por ahora tan solo hablar y disculparme era lo que necesitaba.

La busqué todo el día, pero por mucho que lo intentara, ella no aparecía. Sabía que me estaba evitando y por eso no la había visto los últimos días. Sin embargo, aunque le hubiera preguntado a sus amigos, ninguno sabía dónde estaba.

A mi cabeza vino una idea del donde podía estar. Ya era tarde y su trailer estaba vacío, por lo que supuse que era el único lugar en el que la encontraría.

Por unos segundos dudé en sí ir o no. El trayecto hacia allá era algo largo y perdería todo ese tiempo si al final ella no estaba ahí. Pero debía de confiar, porque sino la encontraba, comenzaría a preocuparme de verdad sobre su bienestar y donde podría estar.

Intenté ser lo más rápido posible y en realidad no me demoré mucho en llegar a ese árbol que le había mostrado días atrás, el cual, sí era sincero, se había vuelto un punto especial para mí. Porque era algo que compartía con ella y solo con ella.

Subí con cuidado por las ramas, llegando a esa pequeña zona plana que la propia naturaleza había creado, perfecta para sentarse a ver el paisaje del frente. Suspiro pesadamente al verla ahí sentada, dándome la espalda con sus piernas colgando por el borde, tan solo admirando el horizonte.

Sabía que ella no todavía no había notado mi presencia, por lo que me tomo unos segundos para pensar bien en lo que iba a decirle. Tenía que mantenerme calmado y decirle realmente lo que sentía, porque en serio quería que me perdonara.

Aunque hubieran pasado solamente un poco menos de dos meses, Tahlía se había vuelto una persona casi que indispensable en mi vida. La verdad era que podía contar la cantidad de amigos que tenía con tan solo los dedos de mis manos, y estaba seguro que ella encabezaba la lista.

Porque había superado esa amistad. Ya ni siquiera era porque me gustara, era por mucho más. Ella estaba conmigo porque quería hacerlo, porque yo era importante para ella. Le gustaba enseñarme cosas y cuidarme, como me lo demostró el día de la fiesta. Se preocupaba por mí.

Era de las pocas personas que estaban en mi vida de manera incondicional.

Y aunque significara romper por completo esos muros que había creado, no iba a perderla. En este punto ya no me importaba si no sentía lo mismo que yo. Porque si así era, no iba a obligarla a quererme de esa forma. Tan solo quería su compañía leal.

—Te busqué por todas partes—. Por fin me atrevo a hablar, sentándome a su lado y dejando mis piernas colgar por el precipicio, igual que ella

𝗡𝗢𝗩𝗢𝗖𝗔𝗜𝗡𝗘, lo'akDonde viven las historias. Descúbrelo ahora