Capítulo 4

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GABRIELA.

Desperté a las cinco con treinta y cinco de la mañana con una sed impresionante.

Lentamente me incorporé, acostumbrándome a la escasa luz del cuarto, fuera aún no amanece y la cama está vacía, pero las sabanas siguen conservando el calor, Leone debió levantarse no hace mucho, Lucifer tampoco está y temo que ese gato del infierno haga alguna locura por la casa que amenace su seguridad, Lehmann pareció bueno con él antes, pero si le rompe algo por ahí, no será nada gracioso, Lucifer es especialista en buscar problemas.

Bajé de la cama y descalza abracé mi cuerpo para entrar en calor, caminando lentamente para no provocarme más daño, sigue doliéndome la entrepierna, Emil es un... bruto ¿Por qué no piensa un poco en mí y mi cuidado? ¿Qué he hecho yo de mal para que el quiera tratarme así? ¿Por qué?

Abandoné el cuarto y miré a mi alrededor sin saber por dónde comenzar a buscar a Lucifer y de paso, encontrar la cocina para tomar un poco de agua, las luces encendidas me dieron una pista y fui directo ahí, encontrando las dos cosas que buscaba y de paso, a mi jefe, viendo a mi gato comer atún de una lata sobre el mesón.

— Oh lo siento... ¿Lucifer lo despertó? Este gato cree que todos somos sus mascotas y no al revés, lo siento.

Disculpándome otra vez, acercándome con cautela, su rostro neutral no me dice nada, me gustaría que fuera un poco más expresivo para saber si ya nos odia o todavía no lo suficiente.

— Estaba despierto, no te preocupes, suelo despertar temprano para ejercitarme — irguiendo su postura— Tu gato me siguió y como no tengo comida de gato por aquí, le di atún, espero que no te importe.

— No, no, gracias, muchas gracias por alimentar a Lucifer, de seguro ahora le agrada más que yo, es un interesado.

Acariciándole el pelaje, sonriendo al sentir que él también estaba a salvo aquí, ambos estamos a salvo.

— ¿No podías dormir?

Preguntó de pronto, sacándome de mi ensoñación.

— Yo... tengo un poco de sed, desperté por esa razón y usted ya no estaba en la cama.

— ¿Qué quieres beber? Tengo agua, jugo y gaseosa.

Yendo hacia el refrigerador, abriendo ambas puertas.

— Agua está bien, gracias.

Sacó una jarra y cerró las puertas, buscando dos vasos, sirviendo para ambos antes de devolver la jarra a su lugar.

— ¿Crees poder seguir durmiendo?

Preguntó mirando la nada, bebiendo de su vaso.

— No, la verdad es que no...

Negué, bebiendo yo también.

Es más de lo que he dormido durante estos días, me aterraba la idea de descansar profundo y que Emil entrara a mi departamento.

El engaño perfecto +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora