Lena
Ella soltó un quejido, su cuerpo dolía, como si hubiera hecho demasiado ejercicio, se movió hacia el lado izquierdo y abrió los ojos por completo al recordar que había estado atada a una cama. Lo primero que vio, fue un armario. Se sentó en la cama y observó la habitación, era blanca al igual que las cortinas. ¿Dónde mierda estaba? Se puso de pie y el azulejo frío hizo contacto con sus pies descalzos.
Abrió la puerta y asomó la cabeza, el largo pasillo daba hasta otra habitación. Salió y caminó con lentitud, la música se escuchaba cada vez más fuerte, ¿era Beethoven? Al terminar el pasillo, se encontró la sala de estar, la chimenea estaba prendida y había varias personas sentadas en los sillones.
Caminó sin hacer mucho ruido para ver a esas personas, quería saber quiénes eran y porque la tenían ahí. Había un chico de cabellos negros y ojos café y otro de cabello castaño y ojos azules, que le pareció demasiado familiar.
Después un señor mayor de cabello rubio y ojos azules, y al final una mujer, de cabello castaño y ojos azules, azules como el cielo y, fue inevitable que Lena no la reconociera. Su corazón latió desbocado y comenzó a retroceder, simplemente no daba crédito a lo que estaba viendo, no podía ser posible. Ella no podía estar ahí, no ahora cuando ya era demasiado tarde, su vida ya estaba arruinada.
Topó bruscamente con un mueble, que hizo caer un jarrón. Las cuatro personas la miraron de inmediato y Lena quiso que le diera un infarto y morir.
—Has despertado.
Dice el chico castaño, sonriendo de forma sentimental. Lena no le devolvió la sonrisa y se quedó tan seria como hace mucho no lo estaba.
Todos se pusieron de pie, pero la mujer y el chico se acercaron a ella de forma peligroso. Lena se hizo más para atrás, casi queriendo subirse al mueble. Ellos se detuvieron y el chico alzo un poco sus manos.
—No temas, no te lastimaremos.
No, claro que no, ya no podían lastimarla más. Lena pasó saliva y de inmediato comenzó a buscar la salida.
—Mi amor, ¿no nos reconoces? Soy yo, mamá y Thomas.
"Mamá y Thomas", ¿y qué? Le daba igual quienes eran. Tal vez, hace algunos años hubiera brincado de la felicidad, pero ahora ya no, ya no sentía lo mismo por ellos y eso nunca iba a cambiar.
—¿Dónde estamos? —Preguntó con un tono apenas audible.
—Stuttgart, Alemania —Contestó Thomas.
—En tu nuevo hogar —Dijo su madre sonriendo.
El alma de Lena se fue hasta sus pies, ¿cómo jodidos había llegado hasta Europa? Lena corrió hasta la puerta de la casa y salió, todo debería ser una broma de muy mal gusto. Quería salir y mirar las calles de Boulder y respirar con calma, pero no, las calles eran completamente desconocidas para ella. Los suburbios, con niños jugando en las calles y varias personas paseando a sus perros.
Su mundo giró y su respiración se aceleró. Dio pasos hacia atrás, aun sin poderlo asimilar y calló al suelo cuando se tropezó. Ahora no solo un par de paredes la alejaba de Matt, sino que miles de kilómetros. Sus lágrimas salieron y miró la cara borrosa de Thomas.
Ya no estaba en Boulder.
******
Matt
Lo llevaban casi a rastras hacia la sala de visitas, no entendía que estaba pasando y porque de repente le daban ese privilegio. Pero lo entendió todo cuando su trasero toco la incómoda silla de plástico y miró a Roger, en frente de él.
Su jodido abogado había sido el responsable que lo sacaran de su encantador aislamiento. Roger frunció el ceño al verlo lastimado, tenía un pómulo morado y la nariz igual.
—¿Qué te pasó?
—Me quitaron mi pudín.
—¿Te peleaste por un pudín?
—Era mi pudín.
Roger suspiró y negó.
Matt no dijo nada, no pensaba disculparse por eso, era su pudín, nadie tenía el derecho de quitárselo, como si él no fuera nada.
—Escucha, tengo una buena noticia.
—¿Me dejarán ver a Lena?
—No.
—Entonces no me interesa.
Matt miró hacia la máquina expendedora de frituras y se preguntó cuando volvería a comer esas papitas de limón que tanto le gustaban a Lena.
—Matt, necesito que escuches lo que te voy a decir. Logré que te consideraran una persona con problemas mentales.
—¿Disculpa?
Matt lo miró de inmediato, ¿qué mierda? ¿Con que derecho se atrevía a ponerlo como un loco delante de las personas que lo metieron a la cárcel?
Roger evitó mirarlo, lo había hecho porque no soportaba pensar en él encerrado, quería verlo libre, sí, pero se conformaba con sacarlo de presión.
—Busqué tus expedientes médicos y sé que te dieron una clase de diagnóstico un poco crítico, sé que lo hice sin tu consentimiento, pero ahora te llevaran a Balsam House. Será tu nuevo hogar.
—Al sanatorio de Lena.
—No, Matt, Lena ya no se encuentra ahí.
Él quiso explotar, ¿¡por qué mierda no!? Ahí la mandaron, ahí debería de estar. Roger bajó la mirada y Matt hizo puño las manos.
—¿Dónde está?
—La recogieron.
—¿Quién?
—Su madre.
Matt comenzó a respirar con rapidez, no podía ser posible, no. Matt golpeó la mesa y Roger respingó, nadie tenía derecho a llevársela, menos su jodida madre.
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Mental Decadencia
Teen FictionLena solía odiar todo aquello que tenía en la vida; su casa, la escuela, el pueblo, pero sobre todo a ella misma. Boulder Colorado no le brindaba la seguridad que ella necesitaba, sólo había una razón por la cual ella seguía andando y esa razón llev...