Lena
Miraba un cuadro extraño en la pared. Había escuchado que el arte era hermoso y que se debía de disfrutar, pero, las personas en ese cuadro no parecían disfrutarlo. Esas personas se miraban igual que ella; muerta.
Primero le habían arrebatado su vida inicial, después se segunda vida elegida, y ahora le estaban dando una vida mierdera que no quería. El chico de cabellos oscuros (del cual ni siquiera recordaba su nombre) puso un plato de comida en frente de ella. Pero ni siquiera lo tocó, esperaba morir de inanición.
Escuchaba los tenedores de los demás chocar en sus platos y alguna que otra palabra. Cerró los ojos y dejó que su mente divagara, llegando a aquel día donde se había entregado a Matt, recordando como se sentía su piel sobre la de ella, sus besos en su cuerpo y sus caricias placenteras.
—¿Lena?
Ella abrió los ojos al escuchar la voz de Thomas. Todos la miraban y Lena tomó el tenedor, picando los granitos de elote.
—¿Estás bien? Mi amor.
—No me vuelvas a llamar mi amor, Norah.
Su madre puso una expresión dura en la cara y Lena solo se llevó comida a la boca y masticó con toda la calma del mundo.
—No le hables así, Lena.
—Cállate, Thomas, no eres el adecuado para decirme como debo hablarle.
Hubo un silencio incómodo y palpable, que Lena disfrutó hasta el último momento. Los lindos momentos no duran para siempre.
—Se cómo te sientes, Lena, pero no es razón para que nos trates como si fuéramos tus enemigos.
—No tienes ni la mínima idea de cómo me siento, Thomas.
Porque realmente no la tenía, él no sabía por el tormento que estaba pasando justo ahora. Como había perdido todo de un momento a otro.
—Estás en mi casa y con todo respeto, te pido que no les hables así a tu madre y a tu hermano.
Dijo el hombrecito rubio. Lena le lanzó una mirada fría y una expresión dura. Otro chismoso que se creía con el derecho a opinar como debería de comportarse o pensar.
—Yo no les pedí que me trajeran, así que, si no les gusta, regrésenme a Boulder, a mi manicomio.
Lena dibujo una sonrisa dañada en su rostro, que hizo que al chico pelinegro se le pusiera la piel de gallina. Su madre puso las manos en la mesa y le lanzó una mirada cebera.
—No creas que porque empieces a comportarte de forma pedante dejaremos que regreses a Boulder.
—Oh, mierda, Norah, has arruinado mis planes, otra vez —Dice ella, dejando caer el tenedor, tomando su vaso de agua.
Después de como todo había terminado, ya nada más le asustaba, ya no se sentía como esa niña asustada, tal vez era porque estaba controlada, no lo sabía.
Pero no dejaría que esas personas se adueñaran de su vida, como si nada.
******
Matt
Hizo un gesto cuando le pusieron las esposas. Habían pasado dos semanas desde que Roger le habían dicho que lo trasladarían, ese día, sería mañana. Recorrió el pasillo y le volvieron a quitar las esposas cuando llegaron a la sala de visitas. Era la primera visita que tenía desde que había llegado al penal.
Sonrió cuando miró a Alex y él de inmediato se quiso lanzar a abrazarlo, pero un guardia lo detuvo.
—Nada de contacto físico.
Alex bajó los brazos y tomó asiento. Matt tomó su lugar con mucha tranquilidad y puso las manos sobre la mesa.
—¿Cómo estás, Matt?
—Bien.
—Me alegro, te traje algunas cosas.
—Gracias.
Alex puso la mochila sobre la mesa y Matt lo tomó, poniéndola en el suelo. Alex se cruzó de brazos y sonrió.
—Hay un poco de ropa, chucherías, cosas para tu higiene y unos tenis.
—¿Cosas para mi higiene? ¿Estas insinuando que me veo sucio?
—Mierda, no, de hecho, te ves mejor de lo que esperaba.
—Hice amistades demasiado rápido aquí, ellos me proporcionaron algunas cosas esenciales. Después me peleé por mi pudín y gané respeto.
—Un pudín. Matt, a ti no te gusta el pudín.
—No, pero al tipo que quería penetrarme, sí.
Alex puso una mueca de asco, pensaba que esas cosas solo pasaban en las películas. Matt sonrió y se recargó en el respaldo de la silla.
—Todas esas mierdas que te cuentan son reales, los más fuertes solo buscan a los más débiles para saciar sus deseos carnales.
—Iug.
—Mañana me trasladaran a Balsam House, Roger me hizo pasar como un enfermo mental.
—Mira el lado bueno, dejaras de usar ese horrible traje naranja por uno blanco. Estoy seguro de que a Lena le quedaba bien.
La expresión alegre de Matt comenzó a apagarse y la de Alex también, a veces, antes de dormir, los recordaba, en el parque, jugando en los juegos de niños.
—¿Sabes algo de ella?
—No más que tú, Matt, solo que se la llevaron.
—Crees que soy un tonto, ¿no? Por lo que hice.
—No, para nada, sin tomar en cuenta todas las consecuencias creo que, hiciste lo correcto. La libreaste de su padre, de su abusador.
—¿Cómo sabes eso?
—Después de todo lo que pasó con ustedes, todo se hizo saber; la enfermedad de Lena, las causas, su vida y su padre abusador. Muchos no estuvieron de acuerdo con tu sentencia.
Matt suspiró y su cerebro comenzó a trabajar, era tiempo de dejarse de lastimas, tenía que activarse y pensar en algo rápido.
—Alex, ¿puedes hacer algo por mí?
—¿Cuándo no lo he hecho?
Él sonrió, Alex siempre había estado a su lado, en las buenas y en las malas, sin importarle nada, sin importarle las consecuencias a futuro.
—Necesito que busques a Lena.
Alex sonrió, por supuesto que lo haría.
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Mental Decadencia
Teen FictionLena solía odiar todo aquello que tenía en la vida; su casa, la escuela, el pueblo, pero sobre todo a ella misma. Boulder Colorado no le brindaba la seguridad que ella necesitaba, sólo había una razón por la cual ella seguía andando y esa razón llev...