18 | Tengo una idea

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La tarde en el árbol de pétalos de rosas fue solo el comienzo

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La tarde en el árbol de pétalos de rosas fue solo el comienzo.

Habiendo roto ya la barrera física, la relación entre Finn y yo empezó a fluir de formas impensadas. De mi lado, que siempre tuve las cosas claras con él, sabía que nuestro encuentro saldría de maravilla. Sin embargo, es cierto que tenía mis dudas de como él podía tomarse el tenerme ahí, al alcance de la mano. ¿Y si la sorpresa no le gustaba? ¿Y si creía que había una cruzado una línea que ni siquiera sabía que existía?

Muchas cosas podrían haber salido mal, pero no lo hicieron. Por eso la última semana Finn y yo nos hemos acercado más de lo que ninguno podría haber imaginado: mensajes de texto constantes, tardes en el lago o la heladería, y noches hablando a través de las paredes.

Cada día se siente como una nueva oportunidad para seguir conociéndolo. Y eso me encanta.

—Te estás poniendo un poco lento. ¿Deberíamos dejar de llevarlo a la heladería? Por lo menos hasta que pase la maratón —le dice Takeshi a Bárbara y a Finn mientras me tomo un descanso de mis pasadas de doscientos metros.

Sí, ahora también soy parte del grupo.

—Con el helado no te metas —contesto audaz, lo que le saca una sonrisa a todos mientras asienten enérgicos.

Lo que hay interesante en ellos es que son un trío heterogéneo. Demasiado heterogéneo. Cuando están juntos, cada uno lleva su estilo único y sus propios colores, que casualmente acaban difiriendo con el de los otros dos. Además, una vez que empiezas a hablar con ellos, te das cuenta que las diferencias no solo se remiten a su apariencia: ¡no tienen nada en común! La música que les gusta es distinta, la forma de ver la vida es distinta, lo que están estudiando es distinto... hasta incluso los sabores de helado que se piden nunca son los mismos.

Lo único que los une, que hace que su amistad sea la más normal y sana de todas, es el amor que se tienen. A pesar de sus insulsas discusiones y de sus posibles altercados, siempre el cariño que los juntó en un principio puede mucho más que cualquier otra fuerza negativa.

Los admiro mucho por recibirme en su grupo con los brazos abiertos, incluso cuando Takeshi ya me ha corrido a un costado dos veces para recordarme que, si lastimo a Finn de alguna forma, golpeará mi rostro de golden retriever hasta que se parezca al de un bulldog francés. El mensaje me quedó muy claro: pórtate bien o será tu fin.

—Hablando de la maratón... se me había ocurrido una idea —digo mientras le doy un sorbo a mi botella de agua. Hay que mantenerse hidratado antes, durante y después de cualquier entrenamiento o competencia.

—Lánzala, Golden —pronuncia Takeshi, jugando con una pelota de tenis que encontró tirada en el lago unos minutos atrás.

—Take, ya te dije que estás usando mucho ese término... Además no es solo golden, es golden retriever —contesta Barb a pocos metros de él, tratando de quitarle la pelota de las manos sin éxito.

(Trans)parenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora