5 | La forma en la que toco a Pepe

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¿Cómo se sentirá masturbarse?

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¿Cómo se sentirá masturbarse?

Digo, no es como que no lo haya intentado, pero estoy seguro de que me estoy perdiendo una parte muy importante de la magia de la autosatisfacción: el placer. Si mi habitación tuviera cámaras y alguien estuviera ojeando mi intimidad —lo cuál sería una gran violación a mi privacidad y una actitud preocupantemente acosadora, aunque un buen ejemplo para este caso particular—, no me cabe duda de que la persona estaría sorprendida por la forma en la que toco a Pepe.

Sí, le puse nombre a mi miembro viril y se llama Pepe.

Supongo que darle un apodo es una forma de engañarme y hacer que lo que tengo entre las piernas se parezca más a un amigo que a una amenaza. Cuando Pepe no era Pepe, observarlo era un recordatorio mortal (sin importar si estaba en su modo flácido o conquistador todoterreno). Mirarlo me hacía sentir sucio y aislado, como si esta cosa (sí, perdón Pepe, no puedo llamarte de otra forma) no estuviera en línea con el resto de mí.

Cuando logré olvidarme de esta sensación nauseabunda cada vez que lo observaba y logré ponerle un apodo de muy dudosa procedencia, con Pepe tratamos de que pudiera empezar a disfrutar de mi cuerpo. Pepe y yo nos convertimos en un equipo listo para combatir la incertidumbre de la adolescencia. Si no podía nacer de nuevo para evitar tener esta cosa encima, entonces la única opción disponible era asegurarse de que podía disfrutar de lo que me fue dado.

¿Spoiler? Nunca pude.

Tocarme no se siente bien. No me importa si se llama Pepe, Trey, Jeremiah o Cristóbal Colón. Cada vez que lo intento y fallo, termino con una expresión desagradable en mi rostro y un malestar que, por lo general, me dura al menos unas horas.

Ahora mismo estoy en uno de esos momentos.

—No eres tú, Pepe. Soy yo —le digo justo antes de subirme los pantalones, correr al baño, limpiarme, lavarme las manos y volverme a tirar en la cama.

Podría ponerme a leer una de mis sagas favoritas, pero, en cambio, tomo mi celular y trato de distraerme en uno de los lugares donde la estupidez humana alcanza un nuevo nivel: Dormies, la red social para los estudiantes que viven en el campus. Es inexplicable como tantas personas a las que luego tienes que verles la cara en clase están dispuestas a publicar semejantes idioteces. Suben memes que no son graciosos. Repito, no son graciosos. Son penosos. Si Pepe pudiera subir memes, estoy seguro de que lo haría mejor que ellos. Otros eligen contar su vida en detalle en los estados... ¿A quién le importa? Háblalo con tu mamá. Los más valientes se comportan como tiburones y tratan de que te unas a sus clubes: astrología, remo, ciencias... creo que hasta hay un club para los fanáticos del número cuatro.

Dormies es el lugar que me recuerda que la gente está igual de arruinada que yo, así que lo uso como un escape de mi realidad.

Empiezo a scrollear por la pantalla, rendido.

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