12 | Solo hay dolor

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Creo que acabo de conocer al misterioso Finn

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Creo que acabo de conocer al misterioso Finn. A. Bennett.

Primero fue el tono burlón de su amigo, Takeshi. Los escuché por un largo rato en la habitación como para olvidar la voz que atormentaba a mi vecino. Así que cuando una persona completamente random se me acercó en el lago para preguntarme sobre mi entrenamiento, supe que no podía tratarse de nadie más que el grupo de amigos de Finn.

Lo que no esperaba era que, tras seguir caminando, la mirada de un chico cuyos rulos podrían conquistar el mundo se atravesaran en mi campo de visión.

Creo que ambos lo supimos. Ambos supimos quién era el otro. Ambos supimos que la otra persona nos había reconocido. Sin embargo, nos quedamos callados, sin palabras pronunciadas ni conversaciones a medio terminar.

Me pregunto por qué el silencio abundó nuestro fugaz encuentro. En mi caso, creo que se debe a que los nervios me dejaron anclado al camino de cemento. Mis cuerdas vocales quisieron esbozar alguna especie de comentario a la altura, pero sus rulos y su mirada penetrante me robaron el aliento a la par de que nuestra distancia se hizo mayor.

Espero que él haya sentido el mismo desconcierto, la misma tensión y el mismo revuelo mental cuando me vio. Quizás así podremos decir que estamos parados en la misma sintonía, una en la que podremos vibrar juntos y que me hará olvidar la soledad de ya no tener a Violet en mi vida.

Se siente bien pensar en Finn de esa manera.

—¡¿Estás sordo?! —Las paredes gritan, y la voz grave que viene a través de ella no es una que haya oído antes—. ¡Te pregunté que qué mierda estás haciendo con eso puesto!

La sonrisa con la que había entrado a mi habitación se borra y tiene miedo de volver a aparecer, porque lo que sea que esté pasando en la habitación de Finn ahora mismo, no augura nada bueno.

—Yo... yo solo...

Finn tartamudea. No es capaz de terminar la frase. ¿Vino su familia a visitarlo? ¿Quién está gritándole así? ¿Con qué derecho? ¿Por qué lo hace? Las preguntas se acumulan mientras pego mi oído a la pared que compartimos, cuestionándome si quizás debería cruzar el pasillo e ir al encuentro de mi vecino.

Como no sé lo que está pasando y no quiero ponerlo en una situación potencialmente más incómoda de la que está, desisto de la idea.

—¿No te da vergüenza? Venimos desde muy lejos a darte una sorpresa y tú nos recibes... así —pronuncia con crueldad la misma voz masculina.

—Perdón, yo...

Un estruendo seco, como el del golpe a un mobiliario, hace que Finn vuelva a callarse.

Estoy asustado por él. ¿Debería... buscar ayuda? Las opciones se me presentan infinitas, pero lo único que soy capaz de hacer es quedarme escuchando como un testigo silencioso.

(Trans)parenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora